27 de diciembre de 2008

Prop Nr 8

Ajenos a la votación del principios del mes de noviembre, la misma que traerá como inquilino de la Casa Blanca en 2009 a Barack Obama los carteles que buscaban la reprobación de la Proposición 8 que pretende prohibir en California los matrimonios entre personas del mismo sexo colgaban en muchas de ventanas de San Francisco tres semanas después de que hubiese sido aprobada por un exiguo margen. Huérfanos de resultados, triste recuerdo de una votación que se vivió en todo el mundo llena de esperanza e ilusión por el cambio que que suponía en el gobierno de la mayor potencia del mundo, su imagen era el mejor símbolo de que la elección de Obama también trajo al menos una mala noticia y ha servido para demostrar en uno de los estados más progresistas de Estados Unidos el poder de la intolerancia y la determinación de muchos por negar los mismos derechos que ellos disfrutan al resto de la población. Todas las parejas que se lanzaron a casarse en los escasos meses desde que el Tribunal Supremo del estado dejase la puerta abierta a los matrimonios entre personas del mismo sexo, cumpliendo al fin con un rito que en muchos casos llevaban décadas esperando, se quedan en un limbo legal de difícil solución. Quiero creer que todos esos carteles que seguían proclamando la libertad y la justicia en las casas de la tolerante San Francisco pese a los resultados son un ejemplo de la determinación de muchos californianos para seguir luchando para demostrar con hechos la grandeza de los valores de América, esos valores con los que tantos se llenan la boca mientras siguen negando derechos básicos.

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