28 de febrero de 2007

Durmiendo con un extraño

No es tema relevante, de hecho la película “Juegos secretos” que protagoniza Kate Winslet pasa de largo sobre este tema para mostrarnos el aburrimiento y hastío vital de la protagonista y el infantilismo y la inmadurez de su vecino, un atractivo joven que como ella dedica su tiempo a cuidar de su hijo pequeño, dos seres que acaban manteniendo una relación adúltera, algo que se ve venir desde el mismo momento en que se conocen. Sin embargo lo que me sorprende es como el marido de ella desaparece de la escena una vez que ella le descubre practicando algunos vicios inconfesables. Y me asombra como de repente se convierten en extraños y dos personas que duermen en la misma cama, tan cercanos en el espacio físico se sitúan tan distantes emocionalmente sin aparentemente evidenciar que a su lado duerme un extraño, sin sentir repulsa a ese bulto con el que han perdido toda la complicidad que en su día hubo. Y les ves enfrascados en su día a día, aparentemente un matrimonio feliz en un barrio residencial de cualquier ciudad americana, metidos en una rutina que les evita darse cuenta de que su matrimonio es en realidad un fracaso. Sé que no siempre que he dormido junto a alguien ha sido esa experiencia increíble de dos seres acurrucados uno junto al otro, fundidos en un abrazo. De hecho me cuesta mucho dormir con alguien en el mismo lecho, son muchas las noches en las que me he enfrentado a un lecho vacío, más pequeño o más grande pero todo para mí así que no me habitúo fácilmente a dormir acompañado. Es verdad que hay noches en las que simplemente te puede el cansancio y después de un momento de lujuria en manos de un extraño al que seguramente acabas de conocer decides entregarte a los brazos de Morfeo en una cama que no es la tuya pero no es lo habitual en mi vida. Por eso me cuesta imaginarme compartiendo un lecho de manera habitual junto a alguien que ya no significa nada en mi vida, dándole le espalda para no sentirle a mi lado, para preservar mi espacio, para creerme solo y para no sentir el fracaso de una soledad que es más angustiosa cuando se vive al lado de alguién.