11 de agosto de 2009

Frío, frío...

"Tus semejantes valoran tu capacidad de resolver problemas y de concentrarte en lo esencial. Pero tu acentuada objetividad encierra el peligro de que muchas personas tengan la impresión de que eres inasequible y les cueste hacerte partícipe de su vida emocional. Para una relación de pareja satisfactoria, sin embargo, es importante hablar abiertamente de sensaciones y sentimientos." Aquí sigo, vivo y coleando tras meses de ausencia por esta blogesfera y no es que no hayan ocurrido cosas, la vida sigue pese a todo. Al fin ha acabado mi máster, en pleno agosto y de vacaciones vuelvo a tener tiempo para pensar en mi aunque la cabeza haya seguido dando vueltas todo este tiempo, no para nunca aunque no siempre llega a buen puerto o al menos no siempre es capaz de darle algún sentido a las ideas que me atosigan. Y vuelvo a hacer un test de personalidad, ya hice uno este año dentro del máster aunque la parte que más juego dio en su caso fueron las valoraciones de los demás. En los dos me vuelve a salir una parte racional muy marcada, no me sorprende, lo intuia desde siempre pero en las conclusiones de este test encuentro algo que me deja helado. ¿Soy inasequible? ¿distante acaso? ¿Es así cómo me ve la gente? Siempre había interpretado mi frialdad, que nunca creí excesivamente acusada, como algo propio de mi origen gallego pero creo que va más allá del carácter galaico, tan alejado en ocasiones de la afabilidad y cercanía de la gente de Madrid y de toda la cosa mediterránea. Y es verdad que me cuesta hablar abiertamente de mis sentimientos, que me resulta difícil mostrar mis deseos y anhelos más profundos, especialmente cuando involucran a mi interlocutor. Entiendo que por temor a mostrarme débil y vulnerable, dando una nueva oportunidad para que alguien vuelva a hacerme daño. Sólo así se puede creer que lleve meses en un tonteo infinito por temor a dar un paso que en su negativa evalúo desastroso para mi autoestima. Pero la espera, la duda, el ahora sí y el ahora no me consumen por dentro y me agotan sin que realmente haga algo para enfrentarme a mis demonios y a mis miedos, esperando siempre una ocasión más propicia que finalmente nunca llega. Sé que sólo he hablado de sentimientos sin tapujos en situaciones de crisis, con una ruptura de por medio, en un momento de terrible ansiedad... para volver a encerrarme en mi urna de cristal cuando el río vuelve a su cauce. Y yo me pregunto: ¿dónde está la iniciativa que muestro en otros aspectos de mi vida cuando de mi vida afectiva se trata? ¿Acaso no podría ser más expresivo y mostrar una mayor asertividad con los demás o estoy condenado a ser un témpano de hielo? Y por ahora la única respuesta que tengo al juego del escondite emocional que es mi vida se condensa en dos únicas palabras: frío, frío...