17 de abril de 2007

Torre Espacio

Hace un mes colocaban la bandera que marca su cima, la Torre Espacio corona oficialmente y desde entonces el cielo de Madrid (y por ende el de España) marcando un nuevo récord que pronto superarán dos de sus vecinas, dos de las cuatro torres que se construyen en lo que antiguamente era la ciudad deportiva del Real Madrid.
Una nueva proeza de esta ciudad que no para de crecer, desbordada tras más de 10 años de euforia económica, con sus costuras de asfalto a punto de reventar, bloqueada por los miles de coches que la cruzan a diario, taladrada sin cesar por las obras de los nuevos túneles que pronto se colapsarán de coches o que recorrerán los vagones de un metro cuya tupida red no deja de crecer. Y la mancha de Madrid, tan visible en la oscuridad de la noche desde el espacio, no para de crecer alcanzando ya las provincias aledañas, miles de trabajadores de Madrid que viven en el vecino Toledo, en Guadalajara, en Ciudad Real incluso, ciudades dormitorio de un Madrid al que nutren a diario con mano de obra, espacios con un precio por metro cuadrado más asequible.
Y mientras van llegando nuevos centros comerciales y aparecen nuevos barrios donde antes había un secarral la ciudad se transforma en un gigante insolente y ansioso que consume recursos sin parar. No hay mejor metáfora de la codicia humana que esta ciudad sin fin, llena de proyectos colosales, brillantes como un regalo envuelto en celofán, muchos de ellos sin más sentido que el de llenar las arcas de algún promotor inmobiliario o saciar las ansias ególatras del político de turno, deseoso de dejar huella de su paso y de convertir Madrid en ese escaparate pintoresco de la nación española tan falto de identidad propia en esta España de las autonomías.
Por eso, porque vivo en esta ciudad desde hace más de diez años, porque la he visto crecer, porque he comprobado como se hacía más inhumana con los años, menos manejable, más impracticable me siento tan pesimista con la voluntad del ser humano para conseguir el cambio que esta sociedad necesita para hacer frente al desafío del cambio climático.
No es sólo Madrid quien ha desplazado sus oficinas, sus centros comerciales y sus barrios residenciales a la periferia obligando a desplazarse a muchos a diario, más coches y transporte público que alimentar. No es únicamente esta ciudad la que se ha llenado de centros comerciales al más puro estilo de mall americano, lugares asépticos, de luz artificial y temperatura siempre estable gracias a una costosa climatización. Toda Europa lo ha hecho siguiendo la estela de EEUU mientras el célebre Bric (Brasil, Rusia, India y China) y el resto de países emergentes incorporan miles de nuevos consumidores a diario a la economía mundial, seres ansiosos de alcanzar un nivel de vida que hasta ahora tenían vedado y que el escaparate del capitalismo mundial había colocado delante de sus ojos a través de la publicidad, del cine y de Internet, nuevos consumidores de materias primas, de energía en sus más diversas formas, de productos elaborados...
No me siento capaz desde mi posición de occidental acomodado que disfruta de incontables caprichos de decirles que no tienen el mismo derecho que yo de disfrutar del hedonista mundo del consumo, de contarles que harían falta cuatro mundos como el que tenemos para satisfacer el apetito consumista de la población mundial si esta siguiera la estela marcada en esto por el mundo desarrollado y de negarles yo lo que yo ya disfruto. No me parece moralmente justo.