14 de mayo de 2008

Criatura

Tal vez la seriedad impuesta de problemas ajenos que ahora parecen lejanos me haya convertido en un frívolo adolescente, hedonista en busca de placeres y de diversión, liberado de una pesada carga que sostenía sobre mis hombros pese a no ser propiamente mía. El viejo péndulo que nos hace alternar diferentes facetas y caras en un mismo ser, prisma de personalidades complejas e indefinibles vuelve a girar y toca divertirse, dejar la seriedad de lado. Lo cierto es que oportunidades no faltan: salidas nocturnas hasta altas horas de la noche, viajes y risas sin fin. No sé si llegará el día en que me cansaré de comportarme como un crío pasota y descreído. Tengo miedo de que si me paro, si dejo de buscarme entretenimiento a todas horas me dé cuenta del vacío, de la tristeza que me deja todo esto detrás. No sirve para contruir nada y sólo para momentos efímeros y nada indelebles. Sé que debería, no obstante, pararme y reflexionar, descansar en algún momento para pensar en lo que quiero hacer de mi vida. En lugar de eso meto la quinta marcha para avanzar sin rumbo fijo en medio de planes y citas que se alargan hasta altas horas de la noche. Alérgico a la seriedad y al compromiso, el estrés laboral me distrae entre semana pero me agota físicamente y mentalmente y acaba por generarme malhumor, al fin y al cabo lo único que me apetece es divertirme. ¿Hasta cuándo? Ni yo mismo lo sé, el vértigo de la velocidad de crucero a la que me he visto sometido me impide pensar y lo que es peor, disfrutar realmente del viaje.