31 de marzo de 2008

Una palabra tuya

Fue un regalo de Navidad con retraso, imprevisto, comprado delante de mis narices un día de Rebajas en pleno centro de Madrid. Desde entonces siempre que hablamos me preguntas por él, por el libro y por la historia que hay detrás. Lo acabé hace casi un mes y casi lo tengo olvidado, superado por acontecimientos recientes que ocupan demasiado mi mente últimamente. Rosario y Milagros, dos mujeres con nombres que suenan a antiguo, a misa de doce en el pueblo y a alcanfor en el armario, unidas en una relación extraña y casi enfermiza, por un destino caprichoso, siempre juntas por el más poderoso coagulante, el miedo, ese terrible miedo a la soledad en una ciudad demasiado grande y hostil. La una infantil, inmadura y sin una mínima pizca de maldad, la otra amargada por una vida demasiado oscura, incapaz de remontar el vuelo y de darle un vuelco a su vida. Sin nada más a lo que asirse que la una a la otra, sin sueños después de una vida de frustaciones y desengaños. No os quiero revelar el final de una historia triste pero entrañable pero me quedo con sólo una cosa, pese a todas las desgracias de su vida mísera hay un rayo de esperanza al final y esa inocencia infantil e inconsciente de Milagros acaba por convencer a Rosario de que la vida, injusta, rácana en sus recompensas y miserable en tantas ocasiones merece la pena. Intenté ser esa Milagros para ti. Siento haber fracasado en ello y me duele saberte aún tan cerca de tus fantasmas. Ojalá la encuentres pronto y puedas enfrentrarte a la vida al menos con una pizca de ilusión y con esa sonrisa brillante y luminosa que no te abandonaba nunca aquel día que te conocí. Suerte