29 de diciembre de 2006

Solas (y solos)

Puede que sea la fiebre del nuevo milenio y de la sociedad moderna, producto de la emancipación de la mujer, de un cambio de concepto de la pareja y de la familia o de todo esto a la vez, lo cierto es que los hogares unipersonales siguen creciendo, engordando las estadísticas y el fenómeno de los singles ha dejado de ser algo minoritario para convertirse en algo cada vez máss frecuente, en eso también terminamos equiparándonos a Europa. En breve, quisiera pensar que en menos de un mes, la estadística crecerá conmigo. Es verdad que en mi entorno poco a poco van cayendo uno tras otro muchos de mis amigos, y es que la edad no perdona y a las bodas le siguen ahora los embarazos, sin embargo quedan todaví­a (o quedamos) muchos rezagados, solitarios por vocación o por necesidad. Puede que las cosas sean distintas para mí­ desde hace seis meses aunque la distancia me obliga y me permite mantener mis hábitos de soltero recalcitrante. Disfruto de lo mejor de los dos mundos, la compañía, complicidad y el apoyo de un compañero sin perder demasiados espacios de libertad. Sigo haciendo mi vida como hasta ahora con las consabidas limitaciones, soy de los creen en la fidelidad, en eso soy demasiado clásico aunque también en ocasiones, cada vez más, echo de menos su compañí­a y me gustaría tenerle más cerca. De todos modos no canto victoria, la vida me ha enseñado que es mejor vivir el presente porque nadie sabe lo que nos deparará el futuro. He vivido demasiado tiempo en una permanente montaña rusa emocional como para olvidarlo tan fácilmente. Por eso me sorprende gratamente la aparente tranquilidad de los últimos meses. Echando la vista atrás creo no obstante que he sido capaz de disfrutar de la solterí­a, puede que a veces la soledad haya pesado demasiado pero jamás me han deprimido las bodas, ni me sentido una ví­ctima en esto del amor aunque la suerte no me haya acompañado en demasiadas ocasiones. He aprendido a viajar solo y me he acostumbrado a hacer lo que me vení­a en gana sin pedir permiso a nadie y sin responder de mis actos. Sé que esto tiene su peligro, que acostumbrarte a la libertad puede hacer más difí­cil el compromiso pero cuando lo pones todo en una balanza y esta se inclina favorablemente hacia la vida en pareja, cuando merece la pena el sacrificio que eso supone todo viene rodado. Sin embargo tengo amigas (es más frecuente entre las chicas) mucho más abatidas por las circunstancias que les he tocado vivir. Supongo que la presión social les afecta más a ellas, que sus familias insisten en preguntar y saber cuando se casan o al menos formalizan una relación seria, que todaví­a hay demasiada gente que no entiende otro modelo de vida distinto al matrimonio y que perciben a las mujeres que no han tenido hijos como mujeres castradas por no haber sabido o podido desarrollar su faceta de madres mientras el reloj biológico suena, mucho más fuerte a medida que pasan los años, y lo hace más rápido que con nosotros. Y les cuesta encontrar alguien que merezca la pena, sé que no es fácil tampoco. Hartas de tontear sin sentido se vuelven más exigentes con los años. Se han habituado a un modo de vida que sólo están dispuestas a sacrificar por algo que realmente merezca la pena. Huelo su miedo, desencantadas del sexo masculino les cuesta volver a confiar, han sufrido alguna ruptura dolorosa y eso no es algo que se olvide tan fácilmente. No siento lástima por ellas, son fuertes, interesantes, divertidas, hermosas y con mucho que aportar, simplemente han tenido mala suerte, puede que hayan tirado quizás la toalla demasiado pronto y aunque sepan reí­rse de su desgracia y poner a la adversidad buena cara necesitan volver a creer en sí­ mismas para poder confiar en un futuro que no tiene porque ser tan adverso como el pasado y asir la vida con fuerza. Ese podrí­a ser un objetivo retador para este año 2007 que empieza ya en unos dí­as

21 de diciembre de 2006

Sequía

No es mi idea hablar de la escasez de lluvias que periódicamente sufre este país, las últimas lluvias han paliado parcialmente el problema sino de la ausencia de inspiración, la escasez de ideas que exponer en este espacio en el que hubo un momento en el que escribía hasta tres entradas mensuales. Supongo que muchos de los temas los llevaba ya muy masticados y digeridos antes de ponerme a escribir, la fluidez con los que aparecieron en la pantalla incluso a mi me sorprendieron y que sólo faltaba encontrar un espacio donde darle forma. Otros surgieron como fruto de un sinfín de acontecimientos, de un 2006 lleno de vivencias y detalles. Sin embargo últimamente ya no encuentro nada de lo que hablar, me cuesta encontrar inspiración, quizás porque estoy en una de las etapas más tranquilas de mi vida, se nota, he ganado algo de peso (y falta todavía el núcleo duro de las fiestas navideñas), que no me agobian los problemas como hace no tantos meses. Tampoco diría que soy feliz, la felicidad tiene la peculiaridad de pasar desapercibida hasta que pasa y sólo cuando es demasiado tarde, sólo entonces recuerdas con nostalgia ese tiempo pasado que siempre parece mejor que el actual. Seguro que habrá tiempos peores en los que recordar este año 2006, de transición y de espera, con la melancolía con la que uno se enfrenta a los gratos momentos del pasado que lamentablemente nunca volverán. Al menos puedo decir que me enfrento tranquilo a la Navidad, a unas fiestas que serán muy distintas a las del 2005, entonces estaba demasiado tocado y afectado por una ruptura que era demasiado reciente y que todavía no había sido capaz de asimilar del todo. En mi fuero interno esperaba un mensaje navideño de reconciliación, es lo malo de la Navidad, que parece el momento propicio para hacer las paces, que nos sentimos obligados a dirigir nuestros actos con bondad, equidad y misericordia y a echar de menos a esas personas de las que Últimamente nos hemos distanciado. No pasó nada, lo temía y aún así me dolió. Podía haber sido yo el que hubiera dado el paso pero no me dejó mi orgullo, ese terrible y poderoso orgullo que aunque a veces logra evitar que haga el ridículo más espantoso en demasiadas ocasiones me bloquea. Es verdad que en esta ocasión no era yo el que tenía que dar el paso, no lo sentía así después de la última conversación mantenida entre ambos. Quise además que mi ausencia absoluta fuese el castigo por su falta de atenciones en los últimos momentos de la relación que nos unió, que me echase de menos y valorase la pérdida. Mucho he dudado desde entonces sin embargo de la efectividad de la medida. No sé si me ha echado de menos en todo este tiempo, ni siquiera una vez, cuanto le he echado yo en falta sin embargo. Ya no, es cierto, su recuerdo se me presenta como una nebulosa, un tiempo oscuro que parece más lejano de lo que en realidad es, más aún desde que abandoné ese barrio que tantos recuerdos suyos llevaba aparejados pero he de reconocer que si volviera a aparecer en mi vida no creo que me dejara indiferente. Las cosas han cambiado mucho desde entonces, afortunadamente. Pese a la tranquilidad no puedo evitar hacer un símil y comparar mi vida, supongo que la de los demás es muy similar, a un autobús de línea en el que los pasajeros suben y bajan constantemente con cada nueva parada. Muy pocos son los que siguen desde las primeras estaciones, algunos sin embargo son viejos conocidos que despuÉs de haberse bajado vuelven a subir en otra estación una vez pasado el tiempo. Puede que la línea de este autobús sea de las concurridas, soy bastante sociable, es cierto, pero cuando se aproximan estas fechas no puedo evitar recordar aquellos pasajeros que se bajaron una vez y no han vuelto a subir al autobús. Siento que este año ha sido especialmente un año de pérdidas y que pese a algunas gratas adquisiciones echo en falta a muchos, que su ausencia en estos días de mensajes, buenos deseos y recuerdos me duele. Es lo que tiene la Navidad, un tiempo plagado de nostalgias, recuerdos y esperanzas. Brindaré por un año 2007 repleto de gratos reencuentros. Os lo deseo a todos, a los escasos lectores de este blog, a esos que pese a la falta de novedades todavÍa se conectan de vez en cuando para leer esas historias que cada vez más esporádicamente van surgiendo.

4 de diciembre de 2006

La joven de la perla

Nunca le había prestado demasiada atención, nunca Veermer fue uno de mis pintores favoritos aunque siempre me ha parecido un maestro en el empleo de la luz, esa luz vaporosa y fría del Norte de Europa que tan bien supo captar en todos sus cuadros. Pero pasé enfermo la tarde del sábado encerrado en casa, esperando encontrar algo que ver en la multitud de canales temáticos disponibles en la televisión de mi casa y me topé de bruces con “La joven de la perla, la película que narra las vicisitudes de una de las sirvientas en casa del artista, la que sirve de modelo al pintor en probablemente su cuadro más célebre y mientras veía la película intentaba hacer memoria, recordar como era ese cuadro pese a que creía haberlo visto más de mil veces. Sólo empecé a recordar detalles de esa imagen que había visto en tantos libros de arte en una de las Últimas escenas, esa en la que el artista se afana en adornar la belleza de la joven e inocente muchacha antes de posar para el cuadro, cuando le pide que se ponga un trozo de tela azul en la cabeza y le hace el agujero en la oreja para colgarle el pendiente, la perla que da nombre al cuadro y que consigue equilibrar la escasa luz del cuadro creando un nuevo foco de atención en el lienzo. Y le pide que manteniendo los hombros de perfil gire el cuello para mirarle directamente, para que la mirada sea más directa, para que no quepa duda de que nos está observando, impasible desde hace ya casi cinco siglos con ese misterio que sólo son capaces de transmitir algunas obras de arte escogidas. Su mirada me sobrecogió, me sobrecoge aÚn ahora porque dice mucho y no dice nada, a primera vista podría parecer forzada, la mirada de alguien que simplemente se gira porque algo o alguien reclama su atención pero si le dedicas algo de tiempo te das cuenta que hay algo más, que encierra un misterio de difícil solución, que te encantaría haberla conocido para saber algo más de la misteriosa joven, mezcla de inocencia, de coquetería libidinosa y de inquieta curiosidad por aprender y conocer algo más del mundo que le rodea. Y fue eso lo que me hizo darme cuenta de algo asÍ me gustaría encontrar para decorar la Única pared con la que prácticamente cuenta mi casa. Un icono que encierre un misterio sin resolver, guardián de mil respuestas y ninguna certeza. Una duda irresoluble que me haga como en este caso ponerme en la piel de una joven sirviente del siglo XVII para intentar descubrir sus sueños, sus anhelos y sus miserias, inmortalizados en un lienzo. Un enigma sin solución, un eterno problema con el que acostarme y levantarme todos los días, una compañera que me despierte todos los días con su mirada inquietante pese a que al final pase desapercibida como pasan aquellas cosas que de tanto verlas no vuelven a reclamar más tu atención. No creo que sea esta imagen lo que busco, siento que no es para mi pero me gustaría encontrar otro icono que transmita la misma inquietud que la misteriosa mirada de la joven de la perla, otro misterio sin resolver, la turbia intranquilidad que produce la desazón humana hecha lienzo. Se admiten sugerencias. Gracias