27 de abril de 2008

Incertidumbre

Últimamente no dejo de oír la canción El poder del mar de Facto Delafé, me encanta ese estilo fresco, optimista y vital que se dio a conocer en el último anuncio de El Corte Inglés, el de la campaña de Primavera. Lo necesito. Supongo que me pesa demasiado la incertidumbre derrotista de tantos frentes abiertos en mi vida, demasiadas cosas en qué pensar y que terminan por generarme mucho estrés. Por eso mi fin de semana se resume en un sinfín de actividades que yo mismo busco para mantener la mente ocupada y que me dejan el domingo más cansado aún de cómo llegué el viernes. No sólo es la extraña sensación de volver al mercado, apático y desesperanzado, cansado de empezar y caer una y otra vez, ni la angustia de tener que volver en dos semanas a la ciudad que recorrí junto a él tantas veces y volver a verle de nuevo, ahora que empezaba a olvidarle o al menos a acostumbrarse a la ausencia de sus llamadas y sus mensajes. Ni la apatía en el trabajo, del desgaste y el esfuerzo titánico de tener cien frentes abiertos y mil nuevos que aparecen ahora que las ventas empiezan a renquear al tiempo que una posible oferta laboral amenaza con ponerme la vida del revés y obligarme a tomar una decisión que no va a ser fácil. Tampoco la amenaza de una crisis que ya empieza a dejarse notar y se aventura especialmente larga y peligrosa y que me pilla con una hipoteca recién constituida y sin mucho margen de maniobra. Ni la triste sensación de tener que volver a recorrer los pasillos desangelados del mismo hospital que hace un año, si entonces fue mi tío ahora es mi tía, su hermana, la que vuelve a ocupar la misma cama en la Uci que entonces ocupó él como si de una broma macabra se tratara. Él salió adelante, mi tía ahí sigue, luchando por aferrarse a una vida que a ninguno de los dos les ha tratado especialmente bien. Al menos sedada no es consciente de nuestros lloros y del amargo cansancio que revelan la cara de mis abuelos que vuelven a pasar por la misma tragedia de entonces aunque con distinto protagonista. No se merecen una vejez tan dura, viendo como uno tras otro sufren sus hijos la agonía de una enfermedad tan injusta. Esa es, en grandes líneas, mi coctelera personal, su resultado me convierte en un ser pequeño e indefenso, bloqueado y aterrado por una incertidumbre que imagino sólo el tiempo acabará poniendo en su sitio aunque probablemente vendrán otras.

4 comentarios:

Anónimo dijo...

No niño no, no pienso dejar que te vengas abajo, además, nunca se sabe a quién se puede conocer haciendo cola para entrar a una discoteca. Buena semana.

El llanero solitario dijo...

No te preocupes, ya sabes que el blog me sirve para exorcizar mis demonios personales. Saldré, mejor dicho, saldremos adelante y no hará falta estirpes políticas lationamericanas de por medio...

Anónimo dijo...

Bueno, quizá sumido en una profunda melancolía y desazón típica de las rupturas sentimentales y de la bajada en picado de esa gráfica cíclica que es la vida.... pero veo que vuelves a escribir depués de meses en los que parecía que no había muchas ganas...
Vuelves a escribir y a recuperar un poco de tí. Vuelves a mirar a tu interior, que parecía estar abandonado porque sólo había ojos para otra persona y sus problemas...
Pero aquí te tenemos de nuevo y eso, lo mires por donde lo mires es bueno.
Ánimo, que pronto llega la subida y el punto álgido.

El llanero solitario dijo...

Gracias seas quien seas