12 de abril de 2008

Cachorro

Biológicamente la especie humana es la que gesta cachorros más indefensos, los que más tardan en separarse de las faldas de su madre para emprender el vuelo en solitario. Físcamente dependemos de nuestra madre por lo menos durante la lactancia y hasta casi bien avanzada la infancia. El contraste de un bebé lloroso e indefenso con los primeros pasos de un caballo recién nacido que pronto sabrá valerse por sí mismo es más que evidente. En estos años se gesta esa profunda relación materno filial que se mantendrá con los años aunque con el tiempo seamos ya adultos con una vida más o menos organizada. A veces pienso que las madres tienen una especie de sexto sentido, que lo saben todo de nosotros. Otras sin embargo creo que no se enteran de nada. El pasado domingo sin ir más lejos me preguntó por qué iba a tanto a Bruselas cuando le comenté que iba a pasar allí el puente del 15 de mayo, incluso sugirió que podía ir allí a ver a alguien especial en mi vida. Llegó tarde, esa pregunta que hubiese contestado afirmativamente hace tan solo un mes, hace una semana tuvo como respuesta un no débil y apesudambrado que pronuncié sin mirarle a los ojos para que no descubriera mis ojos vidriosos al volver a recordarle. Luego, sin saber por qué mientras veía la película Hechizo de Luna y yo leía a ratos el periódico del domingo me preguntó si sufriría mucho cuando muriese. La miré asustado por un momento, ¿estaba leyendo mi mente? ¿acaso sabía todo lo que había pasado? Le había contado que un amigo mío había perdido a su madre y estaba destrozado pero eso fue hace meses y no creía que pudiera hilar tan fino para relacionar eso con mi melancolía de los últimos días. No daba crédito a todo hasta que me fijé en la película, parada justo en la escena de la madre moribunda del novio de la protagonista en Sicilia y ahí me di cuenta de que no tiene super poderes, simplemente se vio reflejada en esa escena. La respuesta fue clara - por supuesto que sufriría mamá - pues tienes que ser capaz de superarlo rápido, no me gustaría verte pasarlo mal, contestó rápido - tampoco te gustaría que al día siguiente estuviese de fiesta como si no hubiese pasado nada ¿no? aseguré - tampoco eso Ahí se acabó la conversación, volví al periódico y ella a la película, no quise hablar más de ello, no quiero pensar que pueda faltarme algun día pese a que los últimos acontecimientos en mi vida me hayan puesto en más de una vez en la piel de los que desgraciadamente ya lo han sufrido. Volví a mostrarme incapaz de abrirle mi corazón, de aprovechar el momento para contarle por lo que estaba pasando, en general me cuesta tanto sincerarme con ella, me avergüenzo y aún no entiendo porqué. Puede que en definitiva pese a que siempre me he esforzado en hacerla féliz y en devolverle todo lo que ella de un modo generoso nos ha dado, siento que la he defraduado, que no soy lo que ella esperaba, que probablemente nunca le dé nietos y que si me caso algún día será en una ceremonia nada convencional y aunque aparentemente muestre una comprensión fuera de toda dudas, sé que le ha costado trabajo aceptarme tal como soy. Nada puedo hacer para cambiar esa parte de mi vida que es tan propia de mi como el color castaño de mi pelo o el hoyuelo en el moflete que me sale cuando río y lo único que lamento ya a estas alturas de mi vida en el que ya me siento plenamente aceptado es que todo esto siga actuando como muro invisible e infranqueable que me impide tenerla más cerca y hacerle partícipe de mi vida, esa que a veces, como ahora, pesa como una losa.

1 comentario:

Anónimo dijo...

A mí me pasa igual con mi madre, pero también es verdad que desde que mi padre murió lo veo todo con otra perspectiva. Además, que nunca podrá negar que es madre mía, no hay ser humano al que más me parezca...