4 de diciembre de 2006

La joven de la perla

Nunca le había prestado demasiada atención, nunca Veermer fue uno de mis pintores favoritos aunque siempre me ha parecido un maestro en el empleo de la luz, esa luz vaporosa y fría del Norte de Europa que tan bien supo captar en todos sus cuadros. Pero pasé enfermo la tarde del sábado encerrado en casa, esperando encontrar algo que ver en la multitud de canales temáticos disponibles en la televisión de mi casa y me topé de bruces con “La joven de la perla, la película que narra las vicisitudes de una de las sirvientas en casa del artista, la que sirve de modelo al pintor en probablemente su cuadro más célebre y mientras veía la película intentaba hacer memoria, recordar como era ese cuadro pese a que creía haberlo visto más de mil veces. Sólo empecé a recordar detalles de esa imagen que había visto en tantos libros de arte en una de las Últimas escenas, esa en la que el artista se afana en adornar la belleza de la joven e inocente muchacha antes de posar para el cuadro, cuando le pide que se ponga un trozo de tela azul en la cabeza y le hace el agujero en la oreja para colgarle el pendiente, la perla que da nombre al cuadro y que consigue equilibrar la escasa luz del cuadro creando un nuevo foco de atención en el lienzo. Y le pide que manteniendo los hombros de perfil gire el cuello para mirarle directamente, para que la mirada sea más directa, para que no quepa duda de que nos está observando, impasible desde hace ya casi cinco siglos con ese misterio que sólo son capaces de transmitir algunas obras de arte escogidas. Su mirada me sobrecogió, me sobrecoge aÚn ahora porque dice mucho y no dice nada, a primera vista podría parecer forzada, la mirada de alguien que simplemente se gira porque algo o alguien reclama su atención pero si le dedicas algo de tiempo te das cuenta que hay algo más, que encierra un misterio de difícil solución, que te encantaría haberla conocido para saber algo más de la misteriosa joven, mezcla de inocencia, de coquetería libidinosa y de inquieta curiosidad por aprender y conocer algo más del mundo que le rodea. Y fue eso lo que me hizo darme cuenta de algo asÍ me gustaría encontrar para decorar la Única pared con la que prácticamente cuenta mi casa. Un icono que encierre un misterio sin resolver, guardián de mil respuestas y ninguna certeza. Una duda irresoluble que me haga como en este caso ponerme en la piel de una joven sirviente del siglo XVII para intentar descubrir sus sueños, sus anhelos y sus miserias, inmortalizados en un lienzo. Un enigma sin solución, un eterno problema con el que acostarme y levantarme todos los días, una compañera que me despierte todos los días con su mirada inquietante pese a que al final pase desapercibida como pasan aquellas cosas que de tanto verlas no vuelven a reclamar más tu atención. No creo que sea esta imagen lo que busco, siento que no es para mi pero me gustaría encontrar otro icono que transmita la misma inquietud que la misteriosa mirada de la joven de la perla, otro misterio sin resolver, la turbia intranquilidad que produce la desazón humana hecha lienzo. Se admiten sugerencias. Gracias

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