21 de diciembre de 2006

Sequía

No es mi idea hablar de la escasez de lluvias que periódicamente sufre este país, las últimas lluvias han paliado parcialmente el problema sino de la ausencia de inspiración, la escasez de ideas que exponer en este espacio en el que hubo un momento en el que escribía hasta tres entradas mensuales. Supongo que muchos de los temas los llevaba ya muy masticados y digeridos antes de ponerme a escribir, la fluidez con los que aparecieron en la pantalla incluso a mi me sorprendieron y que sólo faltaba encontrar un espacio donde darle forma. Otros surgieron como fruto de un sinfín de acontecimientos, de un 2006 lleno de vivencias y detalles. Sin embargo últimamente ya no encuentro nada de lo que hablar, me cuesta encontrar inspiración, quizás porque estoy en una de las etapas más tranquilas de mi vida, se nota, he ganado algo de peso (y falta todavía el núcleo duro de las fiestas navideñas), que no me agobian los problemas como hace no tantos meses. Tampoco diría que soy feliz, la felicidad tiene la peculiaridad de pasar desapercibida hasta que pasa y sólo cuando es demasiado tarde, sólo entonces recuerdas con nostalgia ese tiempo pasado que siempre parece mejor que el actual. Seguro que habrá tiempos peores en los que recordar este año 2006, de transición y de espera, con la melancolía con la que uno se enfrenta a los gratos momentos del pasado que lamentablemente nunca volverán. Al menos puedo decir que me enfrento tranquilo a la Navidad, a unas fiestas que serán muy distintas a las del 2005, entonces estaba demasiado tocado y afectado por una ruptura que era demasiado reciente y que todavía no había sido capaz de asimilar del todo. En mi fuero interno esperaba un mensaje navideño de reconciliación, es lo malo de la Navidad, que parece el momento propicio para hacer las paces, que nos sentimos obligados a dirigir nuestros actos con bondad, equidad y misericordia y a echar de menos a esas personas de las que Últimamente nos hemos distanciado. No pasó nada, lo temía y aún así me dolió. Podía haber sido yo el que hubiera dado el paso pero no me dejó mi orgullo, ese terrible y poderoso orgullo que aunque a veces logra evitar que haga el ridículo más espantoso en demasiadas ocasiones me bloquea. Es verdad que en esta ocasión no era yo el que tenía que dar el paso, no lo sentía así después de la última conversación mantenida entre ambos. Quise además que mi ausencia absoluta fuese el castigo por su falta de atenciones en los últimos momentos de la relación que nos unió, que me echase de menos y valorase la pérdida. Mucho he dudado desde entonces sin embargo de la efectividad de la medida. No sé si me ha echado de menos en todo este tiempo, ni siquiera una vez, cuanto le he echado yo en falta sin embargo. Ya no, es cierto, su recuerdo se me presenta como una nebulosa, un tiempo oscuro que parece más lejano de lo que en realidad es, más aún desde que abandoné ese barrio que tantos recuerdos suyos llevaba aparejados pero he de reconocer que si volviera a aparecer en mi vida no creo que me dejara indiferente. Las cosas han cambiado mucho desde entonces, afortunadamente. Pese a la tranquilidad no puedo evitar hacer un símil y comparar mi vida, supongo que la de los demás es muy similar, a un autobús de línea en el que los pasajeros suben y bajan constantemente con cada nueva parada. Muy pocos son los que siguen desde las primeras estaciones, algunos sin embargo son viejos conocidos que despuÉs de haberse bajado vuelven a subir en otra estación una vez pasado el tiempo. Puede que la línea de este autobús sea de las concurridas, soy bastante sociable, es cierto, pero cuando se aproximan estas fechas no puedo evitar recordar aquellos pasajeros que se bajaron una vez y no han vuelto a subir al autobús. Siento que este año ha sido especialmente un año de pérdidas y que pese a algunas gratas adquisiciones echo en falta a muchos, que su ausencia en estos días de mensajes, buenos deseos y recuerdos me duele. Es lo que tiene la Navidad, un tiempo plagado de nostalgias, recuerdos y esperanzas. Brindaré por un año 2007 repleto de gratos reencuentros. Os lo deseo a todos, a los escasos lectores de este blog, a esos que pese a la falta de novedades todavÍa se conectan de vez en cuando para leer esas historias que cada vez más esporádicamente van surgiendo.

1 comentario:

Barbara dijo...

Descubrí por casualidad un texto tuyo sobre la sospecha... encontré éste sobre la sequía y veo que es de hace meses. Creo que todos pasamos por periodos así, cuándo uno se pregunta: qué rayos diré ahora?
Son transparentes tus letras, no prives al cibermundo de ellas y continúa por lo menos un diario del "No tengo nada que decir", sólo por no dejar vacío ni oportunidad al olvido que ese sí hace daño.
Saludos desde México.