31 de octubre de 2006

Mi yo privado

Durante siglos ha funcionado del mismo modo, reprobado en la esfera de lo público era tolerado o simplemente ignorado cuando sucedía en privado, ajeno a la exposición pública, en lugares oscuros, en circuitos alejados de la gente de bien, en antros recónditos o en la nocturnidad de parques y jardines atestados de gente durante el día pero solitarios y sombríos cuando la noche los cubre con su negro manto. Chueca fue así al principio, antes de convertirse en lugar de peregrinación de fin de semana de muchos, incluso de algunos que no comulgan con la orientación mayoritaria de los que han convertido este pequeño barrio del centro de Madrid en su refugio. No hace tanto tiempo de eso, aÚn recuerdo cuando empecé en esto hace menos de diez años, temeroso y ansioso ante un mundo nuevo que surgía sigiloso antes mis ojos: los bares con mirilla en la puerta a los que había que llamar para entrar, la oscuridad de los escasos locales de entonces, el pequeño aforo, la sensación de clandestinidad, de estar haciendo algo prohibido, de ser un pionero... Nada que ver con la Chueca de hoy en día, con el exhibicionismo sin complejos del barrio, con sus locales de amplias cristaleras de doble sentido, buenas para ver la calle pero igual de idóneas para ser visto, con la diversidad de opciones, con los miles de locales atestados de gente.... Un barrio, para muchos un gueto, que se ha normalizado en ese Madrid que quiere despojarse de su imagen casposa de ciudad de provincias, conservadora y trasnochada con la que salió de una dictadura de cuarenta años. La marcha del orgullo ha hecho mucho para normalizar la situación, no hay de quÉ ocultarse, no hay nada de que avergonzarse, tomemos la calle dando la cara, demostrando quienes somos y de lo que nos sentimos orgullosos. Fue esa idea la que molestó a muchos, sabedores de que es una realidad que existía desde siempre pero que preferirían ignorar. Eso fue lo trasgresor, trascender la esfera de lo privado con una realidad que había estado oculta, reprimida y perseguida hasta entonces en la esfera de lo público. Mostrarlo al mundo sin tapujos ni complejos. Somos lo que somos, un grupo por otro lado nada uniforme, unido por una orientación determinada reivindicando un espacio público que nos había estado vetado. E invadimos las series de televisión, las películas; favorecidos por la orientación de muchos de los creadores de estos productos de masas. Por eso en muchas de estas creaciones uno de los personajes lo es, a veces bajo roles estereotipados, en ocasiones mostrando la pluralidad de una realidad tremendamente diversa como no deja de serlo la misma realidad humana. Sin embargo quedan muchos lugares públicos por conquistar y ni yo mismo me siento orgulloso cuando reconozco que esto es algo de lo que no hablo con mis compañeros de trabajo. Que tengo que aguantar sus conversaciones acerca de bodas, bautizos y comuniones mientras doy la imagen de ser solitario, soltero alérgico al compromiso, ególatra hedonista o ser vacío y superficial. Supongo que a estas alturas más de uno se lo sospecha, tampoco me oculto cuando salgo e incluso estando emparejado me he permitido algunas muestras de cariño en público pero no me gusta, no quiero sentirme el bicho raro y tener que aguantar las miradas y los cotilleos a mis espaldas de mis compañeros cuando me acerco a la máquina del café. Flaco favor porque en esta compañía somos más de dos y de tres en la misma situación, un pequeño grupo que se conoce, se ha visto en público en más de una situación comprometida y que calla dejando que todo siga su curso. He visto a otros en otras compañías con más coraje y aunque no pueda establecer una causa efecto tampoco veo que su progresión profesional haya sido la esperada o al menos la que yo desearía. Puede que el mundo en el que me mueva, las altas esferas del poder económico español, demasiado plagadas de miembros de conservadoras congregaciones religiosas no sea el mejor lugar para salir del armario, que esto no es el negocio de la moda ni del arte, célebres por tolerar este tipo de cosas. Puede que en realidad tampoco les importe tanto mientras sigas haciendo tu trabajo, mientras sigas siendo uno de los engranajes que permite que siga rodando la máquina de hacer dinero y que la cuenta de resultados siga dando apetecibles y suculentos beneficios pero estoy seguro que prefieren que me mueva con discreción y que no dé de qué hablar. Alguien me dijo una vez que Él no tenía porque decirlo, que a nadie le interesaba saber con quién se acuesta cada uno. Sin embargo no veo que a un heterosexual le importe hablar de su novia o de su esposa con la que suponemos tambiÉn se acuesta y seguro pocas son las mentes calenturientas que se imaginaran la escena de pasión entre los dos amantes. Y así seguimos, invisibles para muchos que siguen ignorando una realidad más extendida de lo que ellos creen. Cada día más viejos y sin nada que contar mientras los demás van quemando las etapas, esas que en la vida siguen la mayoría: noviazgo, boda e hijos. Sé que no todos lo hacen, que hay otros mil modelos válidos de vida pero siento que este modelo lo tengo vetado y la Única opción por ahora es mantenerlo en secreto como he hecho hasta ahora, que querer proyectarlo en mi vida pública va a exigirme mucho más que al resto, el coraje y la fuerza que espero encontrar algún día.

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