5 de junio de 2006

El año del miedo

No tengo mucha confianza con él y es que apenas le conozco, amigo de un amigo, habremos coincidido cuatro veces en casa de ese amigo que compartimos. Es además muy enigmático, siempre tan silencioso y callado, con la palabra justa pero con una capacidad para la escucha y una memoria prodigiosa, atento aunque no lo parezca y capaz de recordar algo que le contaste hace tres meses. Me lo encontré el sábado, hablamos, nos cruzamos apenas cuatro frases y sin saber como me encontré de pronto revelándole mis secretos, confesándole algunas cosas y diciendo en voz alta lo que hasta ahora no había sido capaz de verbalizar pero que en mi fuero interno resume lo que este 2006, quizás ya finales del 2005 esté siendo para mí. El año del miedo. No es que antes no tuviese miedo pero es que últimamente parece haberse convertido en una constante que sin quererlo y sin saberlo domina mi vida. Miedo a volver a equivocarme, a sentirme frágil y vulnerable, miedo a arriesgar de nuevo en esta lotería en la que tan mala suerte he tenido. Miedo a volver a confiar en los demás, miedo a sentir que necesitas a alguien más que el aire que respiras y que te ahogas sólo de pensar en que puede llegar a faltarte algún día. Miedo a llorar por cada traspié que te da la vida por insignificante que sea porque ya son muchos, porque te sientes demasiado sensible al fracaso, a esa derrota que aunque ridícula te recuerda lo miserable que a veces nos sentimos y que en determinadas ocasiones nos hacen sentir algunos mal nacidos. Miedo, en definitiva, a ilusionarme de nuevo para comprobar, una vez más, que tus expectativas no se han cubierto. Miedo sin embargo a no volver a ilusionarme, a pasar por la vida sin encontrar algo o alguien que te emocione de nuevo, a que no te envuelva la magia, a que te falte esa mirada que sin palabras te hace sentir especial, a pasar por la vida sin pena ni gloria embarcado en un continuo de días y de noches llenos de monotonía y hastío, a sentir que nada interesante ocurre, que no hay nada nuevo que merezca la pena ser contado a ese amigo al que hace siglos que no ves. Miedo también a un teléfono que no suena, a una carpeta de Hotmail vacía, a un día de Reyes sin regalos, a un año nuevo sin mensajes en el móvil. Miedo a sentirme solo, incomprendido, un bicho raro en una sociedad en la que no acabo de encajar del todo, ecléctico como soy, capaz de absorber cosas de fuentes tan distintas. Miedo a mostrarme tal como soy, a ser espontáneo, a dejarme llevar para darme cuenta de que comportándome así sólo genero rechazo y enfados. Miedo a que los demás busquen en mí al yo folclórico, al bufón, al papel que asumo en ocasiones y no me soporten cuando me dejo llevar por la melancolía y la tristeza. Miedo sin embargo a ser a veces demasiado payaso, a herir a la gente con mis bromas y mi ironía. Miedo a no saber cómo actuar, miedo a no saber ya quién soy. Miedo a ver como los demás consiguen que su vida vaya cobrando sentido poco a poco como un puzzle mágico en el que mi pieza no acaba de encajar del todo así que termina tirada en cualquier desván, miedo a la incomprensión, a la envidia del que me ve como un triunfador demasiado vanidoso cuando no es más que un papel del que intenta convencerse a sí mismo de que debería ser feliz aunque a veces se sienta el ser más miserable del mundo. Miedo a mi propio egoísmo. Miedo a no entender que me pasa, a no saber porqué me comporto así, a no ser capaz de madurar de manera serena y a convertirme en un ser maniático, solitario y huraño. Miedo a no estar a la altura de mis propias exigencias morales y a las expectativas que los demás depositan en mí, miedo a no estar ahí cuando los demás me necesitan, miedo a la injusticia, a la mía propia por no saber disfrutar de una vida acomodada, la que tantos millones de personas sueñan desde las verjas que les separan de este añorado primer mundo. Miedo a la mediocridad, a no sentirme especial en algo, a no destacar por encima del resto aunque sea en lo más ridículo, algo como el noble arte de construir castillos de naipes. Miedo a sentirme vacío por dentro, a dejarme llevar por esta vida de consumo desaforado, por este mundo burgués del compre hoy y pague mañana para darme cuenta de que no me llena en absoluto y que para entonces sea ya demasiado tarde como tantas veces en la vida. Miedo a sentir algún día que debería haber mandado esta vida a tomar viento porque en numerosas ocasiones siento que no es esto a lo que debería dedicar mi tiempo y no haberlo hecho precisamente porque otro miedo te paraliza, el miedo a equivocarme, a descubrir que tampoco los sueños y las ilusiones son lo que uno esperaba cuando se cumplen. Miedo a comprometer una vida humana, una más que añadir a este mundo terrible para sentir que así cumplo con un paso más de mi existencia sin pensar acaso en lo que yo pueda darle, en si voy a ser un buen padre, si no estaría mejor en manos de alguien menos desquilibrado, menos azorado por los acontecimientos de la vida. Miedo a asumir esa tremenda responsabilidad. Miedo sin embargo a sentir la angustia en un futuro próximo o lejano de saber que no he cubierto esa etapa de mi vida y que ya es demasiado tarde. Miedo, terrible poderoso miedo. ¿Acaso no sientes como invade tu cuerpo y como te paraliza? Dime que no lo sientes y estarás demostrándome al menos que uno de ellos está ahí, el miedo a reconocerte débil y vulnerable, a decir abiertamente que el miedo siempre ha estado contigo, inseparable compañero de viaje de todo ser humano. Al menos en este foro yo he logrado librarme de este tipo de miedo, uno menos, me quedan sólo unos pocos.

4 comentarios:

Anónimo dijo...

Estaba escribiendo el comentario a este blog, y cuando ya lo tenía se me ha caducado la página...Te decía muchas cosas, que todos sentimos miedo, que es normal y que cuando no es un miedo paralizador, es hasta un poco bueno, porque da lugar a la prudencia y de alguna forma está ligado con el instinto de supervivencia...Pero como no sé si me estoy enrollando y esto tiene mucho sentido, lo que sí que tengo claro y te quiero transmitir es que vayas (cuando sea) a por el crío si ese es tu sueño. No estoy de acuerdo contigo cuando te describes. No sé si te lo he dicho, pero eres de las personas más equilibradas que conozco. Por eso, sé que serías un padre muy bueno.

Anónimo dijo...

igual y no te llega mi comentario tanto tiempo despues
yo si estoy de acuerdo contigo porque me siento asi llena de miedos y me encantaria como poder dejar de sentir miedos para poder ser yo abiertamente
un beso
ojala y sirecibes mi comentario este año haya sido tu año de no miedo

Anónimo dijo...

Aunque haga mucho de este post voy a decir que ese sentimiento de miedo no es unico, que yo no lo hubiera expresado mejor. Simplemente pienso que es el tipico miedo de las personas exigentes. No es malo ser exigente contigo mismo, pero trae muchos problemas a la hora de disfrutar de la vida. A mi me pasa exactamente lo mismo. Nada me gustaria mas que olvidar por un momento todos mis prejuicios y lanzarme, disfrutar. Sin embargo el miedo me paraliza. No puedo, o mejor dicho, no quiero hacer cosas que vayan contra mis principios y mucho menos equivocarme y fracasar por no pensar en mis actos. Y por esto a veces sufro. Porque a mis 18 años me gustaria ser mas expontanea y vivir mejor mi juventud.

Anónimo dijo...

Hola, el año del miedo, sabes, yo me siento igual, a todo lo que dices, y si tengo miedo de sufrir, de sentir, todo lo que dices que increible como se proyecto mi esenciae tu escrito...es dificil!