1 de mayo de 2006

Judas

Ya lo había leído antes, lo mencionan en la novela histórica que sobre la vida de Jesús escribió Robert Graves, por eso no me sorprendió la noticia de la semana pasada de la aparición de unos rollos en los que parecería confirmarse que Judas Iscariote, el traidor más famoso de la historia, el que vendió a Jesús por 30 monedas de plata para poco después suicidarse, era en realidad un siervo más de la causa de Jesús, que si hizo lo que hizo fue como prueba de amor, la mayor que alguien puede hacer, traicionar a su maestro, a su amigo para que pudiera cumplir su papel de mártir de la cristiandad a costa de convertirse en uno de los personajes más odiados de la historia. Ya hace tiempo había reflexionado sobre esta historia, sin el papel de Judas Jesús probablemente nunca hubiera sido capturado, nunca hubiera sido crucificado y nunca se hubiese convertido en lo que hoy es, el símboloo de toda una comunidad de fieles y de un sacrificio que todavía hoy se venera. El mundo está llenos de Judas, a veces nosotros mismos lo somos, Judas para los demás sin ser conscientes de ello, traidores sin quererlo pero cumpliendo a veces un papel necesario en la vida de los demás aunque doloroso. Me gustaría pensar que cuando peor me he comportado, cuando peor he tratado a los demás, de algo les ha servido. El sábado me encontré con uno de mis Judas, el primero que tuve. Cuando estuve con él pensé iba a ser para siempre pero todo se torció demasiado pronto. Me enseñó muchas cosas y pese a no haber dado lo que yo quería y haberme hecho sufrir demasiado me abrió a un mundo nuevo para el que no había marcha atrás. Fue un Judas cruel pero no le guardo ningún rencor, le agradezco haberme ayudado a dar el salto en mi vida y hacerme experimentar sensaciones que nunca había sentido hasta entonces. Yo era entonces demasiado inocente y cándido, al menos más de lo que lo soy ahora, y daba mis primeros pasos en un mundo que se abría ante mis ojos como una caja de bombones llena de placeres suculentos, de rellenos sorprendentes, una tentación a la que me resistía hasta que como Pandora, preso de la mayor de las curiosidades decidí abrir la tapa. Esa caja vino para quedarse, de hecho ya he probado algunos de sus bombones, algunos me dejaron un cierto regusto amargo al final, incluso los hubo que se me atragantaron, otros duraron poco pero hubiera repetido si hubiese habido más. Puede que en ciertos momentos parezca que ya no hay nada interesante, que sólo quedan esos bombones que nadie quiere pero de pronto encuentras algún pequeño tesoro, algún bombón que a primera vista había pasado desapercibido pero que cuando lo saboreas te das cuenta de que es una verdadera joya, que no te importaría que en lugar de un surtido la caja sólo tuviese esa clase de bombones para seguir disfrutando de su sabor por mucho tiempo...

No hay comentarios: