17 de abril de 2006

Retazos de una vida

Buscaba una señal ¿no?, pues ahí la tienes me dijo el destino indignado por las quejas ante su aparente ausencia en una de mis últimas entradas de este blog (ver "Señales"). Acabo de volver de pasar una Semana Santa en Vigo, de enfrentarme como siempre a los fantasmas de una adolescencia que tuvo sus más y sus menos aunque al final siempre me pueden las ganas de volver al terruño, de curar, al menos momentáneamente, esa morriña que nos sacude a tantos gallegos en el exilio, voluntario sí pero exilio al fin y al cabo. Esta vez los fantasmas han sido muchos e inesperados. No iba con grandes planes, descansar y dejarme mimar por mi familia. Recién llegado a casa mi madre me comenta sin embargo que las cartas que guardaba en una cesta de mi habitación se habían caído y que debería hacer limpieza y llevarme a Madrid sólo aquellas que mereciese la pena mantener. Mi madre y su empeño por preservar mi intimidad alejada de los ojos ajenos, hay cosas que nunca cambian. Así que el viernes santo a las doce de la noche sin otro plan mejor decido enfrentarme a mi propia penitencia de Semana Santa y a mi pasado escrito en el puño y letra de los que me escribieron desde que en 1995 empecé a vivir en Madrid y de los que siguieron haciéndolo o empezaron después cuando en 1999 decidí irme a pasar mi aventura Erasmus a Bruselas. La correspondencia se acaba en el 2001, justo cuando el e-mail empezó a sustituir a las cartas y un nuevo sistema, más cómodo y rápido acabó con toda la liturgia de carta, sello y sobre tan común hasta entonces en mi vida. Fueron más de 4 horas de intensas emociones. No pude parar hasta haber revisado todas las cartas, tirar muchas y guardar otras como tesoros. De algunos que me escribían ya no sé nada, se perdieron incluso en mi memoria tras años sin alguna pista de su vida y ver sus cartas y recordar la complicidad del pasado me sorprendió gratamente. Otros se mantienen ahí, bajo otros formatos, en otros escenarios pero constantes en mi vida, los pilares en los que sustento en tantas ocasiones mi vida. Dos personas especialmente, muchas cartas escritas me hicieron sin embargo vibrar de emoción. Una eres tú, sé que tienes esta dirección porque te la di y me comentaste que habías entrado, me consta que has leído alguna de mis entradas aunque no te has atrevido a incluir ningún comentario, quizás por falta de tiempo, sé que consultas Internet en el trabajo y que te incordian a menudo, demasiado como para poder ponerte a escribir algo en serio sin interrupciones. Nos escribimos, cada vez menos eso sí, nos llamamos en el cumpleaños e incluso, pese a la distancia, nos mandamos regalos, alguna cosa que nos alegre el día y haga más ligero el trago de hacernos mayores sin que veamos solución a tantos flecos pendientes en nuestra vida. Ya sabes, más viejos, más calvos pero no más sabios. Nos vemos, al menos una vez al año cuando vuelves a casa a ver a tus padres o me acerco a la ciudad de la luz para disfrutar de sus atardeceres, de sus monumentos y, como no, de tu compañía. Sin embargo, pese a todo, ya no hay la misma complicidad de antaño y de eso me he dado cuenta releyendo tus cartas del pasado, ya no me cuentas tus sueños, tus miedos ni tus dudas, ni te alegras al recibir mis cartas en el buzón poniéndote a contestar a las 4 de la tarde aunque no hubieses comido todavía, en parte porque ya no hay cartas que contestar sino fríos mails que lees en los huecos que te dejan los clientes. Incluso cuando te escribo me cuesta empezar, ya no sabría que contarte, son tantas las cosas que me han pasado y tanta la gente que es importante para mi de la que apenas te he hablado que tendría que escribirte mil folios para que entendieses todo de nuevo. Supongo que ya no nos vemos como antes, al menos 3 veces al año cuando subía a Vigo, que las responsabilidades de la vida adulta ya no nos dejan tanto tiempo libre como en el pasado la vida estudiantil pero me duele pensar que te he perdido de este modo querida hermana. Prefiero pensar que aún estamos a tiempo de que esta relación no se convierta en un mero compromiso, en una formalidad burocrática de cumpleaños y fiestas de guardar y por eso te propongo una cosa. Que volvamos a la tradición, a los orígenes de esos sobres amarillos que tanto me gustaban, a ese sello de la ballena que compraste conmigo en el Acuario de la Coruña impreso en esos folios de color lila, a esas cartas bomba con noticias que no esperabas, a volver a sentirte cerca otra vez pese a la distancia, a recuperarte de nuevo. ¿Qué me dices? De ti no sé que decir, hace seis años que pasó, que no sé nada de tu vida y todavía me duele leer tu última carta en la que me reprochabas la manera en cómo acabó todo. Leer tus cartas de amor fue como leer algo ajeno y distante, era tan extraño después de todo el tiempo que ha pasado y de tanta gente que ha ocupado desde entonces mi corazón leer como confiabas que lo nuestro era algo a largo plazo, que nuestros sentimientos iban a poder con la distancia y con la separación de más de tres mil kilómetros durante el año de beca Erasmus que se avecinaba. Sobre todo sabiendo que nada podían hacer esos sentimientos contra mis ansias de volar, de ver mundo y de madurar. Leyendo tus cartas de nuevo me sentí como el que lee una novela romántica que ha escrito otro, que lo que decías no era para mi porque ya no me identificaba con el crío del que te enamoraste. Todavía hoy siento que me porté mal contigo, que te hice daño sin motivo. Te pido perdón en este espacio al que dudo que llegues algún día, donde quiera que estés quiero que sepas que era un crío manazas jugando con algo tan frágil como tus sentimientos, que era un inmaduro e inconsciente y que no estaba preparado todavía para lo que tú estabas dispuesto a ofrecerme, que necesitaba llevarme aún mis buenos palos en la vida para aprender a valorar lo que me diste y lo más importante, lo que estabas dispuesto a seguir dándome. Lo siento, de todo corazón.

2 comentarios:

Anónimo dijo...

Hermano mio,
Justo ayer pensaba en ti y en cuanto echo de menos esos dias en los que volvia de mi trabajo con el raton y me sentaba para excribirte el ultimo capitulo de mis aventuras parisinas. Yo tambien echo tanto de menos aquellos tiempos, apenas me reconozco yo misma... me he perdido en estos dias eternos de resposabilidades y papeleos... Gracias por recordarme quien soy y la importancia de mantenerme fiel a mi misma. Te aconsejo que eches un vistazo a tu buzon de vez en cuando, porque espero recuperar poco a poco esa relacion que teniamos y que espero no perderemos nunca.
Bisous

Anónimo dijo...

Los recuerdos son tremendamente puñeteros, sobre todo cuando son tan palpables y físicos como una foto o una carta. Las canciones o las películas duelen igual, pero son independientes, con entidad propia... Para mí ha sido un gusto encontrarte en esta red de soledades, y me hace gracia saber que las cartas te revuelven tanto como a mí... Nos vemos, ¿no?