31 de marzo de 2006

Siempre he confiado en la bondad de los desconocidos

Esa frase la dice Blanche en la obra de teatro "Un tranvía llamado deseo" de Tenesse Williams cuando al final de la obra un psiquiatra se la lleva para internarla en un manicomio (siento destripar el final para los que no la conocen). Un clásico del teatro contemporáneo, famoso también en el cine de la mano de Marlon Brando y más recientemente a través del homenaje que Almodóvar hace de él en "Todo sobre mi madre". Siempre me ha encantado la frase, supongo que porque refleja en parte lo que yo soy. Alguien me dijo hace poco que era demasiado atrevido por haberle invitado a mi casa sin apenas conocerle cuando hay tanta gente con malas intenciones pululando por el mundo. Supongo que tiendo a ser muy confiado porque creo en la bondad de las personas, porque creo poder discernir cuando una persona tiene buenas intenciones y cuando no y porque necesito creer que la gente no es mala por naturaleza y que si se comportan mal es porque la sociedad les empuja a ello o porque lo hacen de manera inconsciente sin apenas darse cuenta de ello, tan enfrascados como están en sus problemas, en su mundo y en su vida. La teoría de Rousseau enfrentada a la de Hobbes, el bien y el mal, el cielo y el infierno. Un clásico. Pero si algo revela también es mi necesidad de conocer gente nueva, de cubrir los vacíos que van dejando amigos que se alejan y lo son cada vez menos, que se van a otros lugares, que se emparejan y desaparecen y, porque no decirlo, me defraudan como supongo he defraudado yo a tantos en esta vida. Porque son tantos los que se han ido que pierdo la cuenta de la gente con la que viví tantas historias y de los que ahora apenas sé nada. Llegado a este punto te tengo que dar la razón y no hay nada que más me duela. En primer lugar porque para superar tu ruptura necesitaba creer que te equivocabas en tantas cosas para convencerme que era mejor olvidarte. También porque me duele el orgullo al reconocer que sabías de lo que hablabas y porque al intentar convencerme que él era una persona egoísta, manipuladora, capaz de casi cualquier cosa con tal de medrar e incapaz de ver que existe más vida allá de sus propias narices creí que hablaban tus celos y tu corazón más que tu cerebro. Comprobar ahora que es cierto, al menos en parte, lo que aventuraste de él, que no hay apenas nada que pueda rescatar de esta amistad contaminada por los últimos acontecimientos, por su falta de escrúpulos, su eterno yo saliendo siempre de su boca como un astro en torno al cual todos debemos girar y la búsqueda de su propio beneficio personal en todas las relaciones personales que maneja me duele porque demuestra cuan engañado estaba cuando le defendía y porque supone que todo lo construido hasta ahora entre los dos no era más que un sueño, un espejismo de una verdadera amistad. Me engañó, como ha engañado a tantos otros con su sonrisa, con sus agradecimientos y su manera de hacer creer a los demás que merece la pena contar con su amistad porque va a estar ahí apoyándote en los malos momentos y disfrutando de los buenos ratos. Ya no más, ya basta. El tiempo se encargará de ponerlo todo en su sitio, al menos espero, deseo que recapacite, que se de cuenta de una vez de lo afortunado que es y que sus lamentos de niño mimado y consentido que hasta ahora tanto le habían surtido efecto dejen de dar lástima para madurar de una vez por todas y enfrentarse al mundo cara a cara...

25 de marzo de 2006

Con el sexo hemos topado...

En el mundo en el que me muevo la promiscuidad está al orden del día, sé que es un tópico que no siempre se da pero los tópicos siempre tienen su punto de verdad. Siempre se ha dicho que el hombre tiene un componente sexual más a flor de piel que las féminas. Supongo que la biología obliga en parte y el hombre necesita para perpetuar la especie esparcir su semilla allá donde puede mientras que la mujer, responsable de las crías busca y desea un padre que le dé protección y seguridad en todo el proceso de la maternidad que no hace tanto tiempo ocupaba gran parte de su vida. Al menos eso dice una teoría biológica que leí en algún sitio. Parte de cultural y religioso hay también en todo ello, las mujeres siempre se han sentido más reprimidas por una moral judeocristiana tan poco tolerante con el sexo cuando olvidaba su finalidad reproductiva esencial y las consecuencias de una vida promiscua y ligera siempre acababa pasando más factura a las mujeres que a los hombres. Han sido siempre ellas las que han pagado los embarazos no deseados, han sufrido más las críticas feroces y la exclusión social cuando se hacía público e incluso en muchos casos la ruina y el abandono. Por todo ello resulta hasta cierto punto normal que cuando dos hombres se juntan y surge el deseo el sexo aparezca con tanta fuerza. Cierto es que las cosas están cambiando. Las mujeres se han liberalizado y cada vez viven el sexo de una manera más activa y sin complejos aunque todavía sigo encontrando muchas mujeres para las que el sexo sin amor les resulta todavía inconcebible. Olvidada ya la pesada carga de la culpa que al sexo siempre asocia la moral judeocristiana intento llevar una vida libre de esas ataduras aunque me cuesta concebir las relaciones sexuales como un encuentro casual y fortuito entre dos cuerpos que se desean. A veces me ha ocurrido, lo reconozco, incluso a veces siento que lo que me apetece es sexo sin mayores complicaciones pero a la hora de ponerlo en práctica todavía me cuesta. No es porque piense que el sexo sin amor es algo moralmente malo y denigrante, al menos no de manera consciente pero supongo que cuando todo acaba no puedo evitar que me invada un tremendo vacío, que me sienta un mero objeto en las manos de alguien que sólo busca su propia satisfacción, del mismo modo que yo busco satisfacer con él otro una necesidad puramente física que en realidad oculta un tremendo vacío y esa soledad, compañera inseparable del ser humano, que me resulta muchas veces inasumible. Tengo amigos que llevan una vida sexual más plena, si la plenitud se mide en el número de amantes que pasan por su cama y que no saben lo que es la abstinencia sexual. A veces les envidio, al menos envidio el poder que tienen para separar la cama de los sentimientos y para disfrutar del sexo sin ataduras y complejos. Alabo además la sinceridad con la que lo reconocen y si les critico será porque han engañado a alguien, porque han jugado con los sentimientos de alguno para poder llevárselo a la cama y no porque se entretengan cuando los dos que se divierten son libres y conscientes de lo que hacen y significa. No soporto sin embargo la mentira, nadie tiene que contarme con quién y cómo se acuesta pero no soporto que intenten ponerse en una especie de altar de mártires de la sexualidad, impasibles, serenos, racionales y capaces de controlar un instinto que es impuro e inmoral porque surge de esa herencia animal que nos remite a nuestros orígenes más impuros y porque eso es lo que se les exige desde esa moral judeocristiana que todo lo impregna. Que no me cuenten que sólo se dedican a dar largos paseos a la luz de luna y a charlar en torno a un café si en realidad están en su casa dando rienda libre al deseo y a la pasión. Porque al final estamos hechos todos de la misma pasta y porque reconocerse vulnerable, a la carne y al pecado, al error y a la miseria nos hace más humanos, más cercanos y más reales

16 de marzo de 2006

La belleza de la maldad

Y la maldad de la belleza porque ambos son posibles en este mundo de contrastes. Sobre esto escribía Manuel Vicent su columna de El País haciendo referencia a la película de Capote, a como el escritor fue incapaz de ayudar a su amigo, uno de los presos sobre los que escribe pese al amor que al final siente por él después de horas de conversaciones en la cárcel porque necesita que muera y que le ejecuten. Necesita poder acabar lo que será su obra maestra y darle un final que ya se ha prolongado demasiado y ese final no puede ser más que la pena capital. Y ese acto de mezquindad, de egoísmo de un personaje ególatra y narcisista, tiene también algo de sacrificio, de anteponer su novela, la belleza de una obra de arte inacabada que necesita ese clímax dramático que es la muerte de sus protagonistas, a la amistad, el cariño y a la vida de dos seres que aunque culpables de crímenes atroces son también víctimas de una vida que les ha tratado muy mal. Muchas veces me asusta pensar que pueda encontrarme en situaciones similares, esas en las que un hombre demuestra lo que vale como ser humano y en las que hace lo que tiene que hacer sabiendo que eso puede traerle consecuencias nefastas. He leído tanto sobre esos héroes que se oponen a la injusticia, a la opresión y a la brutalidad aún a riesgo de sus propias vidas que me da miedo sentir que nunca esté a su altura pese a lo que esté en juego sea algo más miserable y menos honorable. No sé, algo más básico como dar la cara en los momentos duros y asumir la derrota, reconocer ante los demás la vulnerabilidad de uno mismo y defender lo que creo y siento aún a costa de las consecuencias. Y me da miedo enfrentarme, ya sea virtualmente a esos momentos, simplemente porque me asusta no estar a la altura de esos modelos de virtud muchas veces inalcanzables que nos vende la literatura, el cine y los medios de comunicación. Supongo que es lo normal tener miedo, que incluso los héroes más valientes tiemblan por dentro cuando tienen que dar el paso de defender al inocente o al débil, que saben que corren muchos riesgos pero al mismo tiempo son conscientes de que no hay otro remedio, que tienen que hacerlo. Ese es mi consuelo, saber que el miedo es normal y que lo que nos hace valientes es poder vencerlo. Como si fuera tan sencillo pero aunque me aterre no podemos dejar que el miedo nos paralice.

8 de marzo de 2006

Prótesis

¿Por qué hay momentos que creo que todo es fruto de mi imaginación y que nos vemos para reafirmar su propia idea y capacidad de llevarse bien con los ex? Y eso me ha escrito alguien que fue muy importante en mi vida y que de otro modo lo sigue siendo aunque quizás no como él espere. Sé que quizás no debería hacerlo pero intentaré responder. No encuentro otra imagen más gráfica que represente lo que han sido en mi vida las rupturas amorosas que la amputación, perder a quien hasta entonces era mi otra mitad, el centro de mi mundo siempre ha sido un proceso doloroso en el que sustituyes a un confidente, un amigo por la nada más absoluta. Cierto que a veces puedes sentir cierta liberación al perder una parte de ti que se está gangrenando y amenazando con invadir todo tu cuerpo con su podredumbre, un miembro que sabes que tiene que ser cortado para seguir viviendo (o sobreviviendo al menos) y sientes un gran alivio cuando has dado el paso de romper toda relación, doloroso paso pero necesario al mismo tiempo para no sucumbir en el proceso. A cambio de eso te quedas con un muñón, un bulto que en nada se parece a lo que fue y que ya no te sirve de nada, ya no te abraza por las noches para darte calor y hacerte sentir protegido, ya no te llama para preocuparse por ti ni te hace sentir especial con sólo mirarte. Sin embargo, pese a que ha desaparecido, sigue doliendo, como un fantasma aparece de pronto recordando que estaba ahí y que se ha ido, y su recuerdo te atormenta en ocasiones, cada vez con menor frecuencia, pero sigue doliendo como entonces, como cuando tomaste la decisión de amputar ese miembro o como cuando alguien lo amputó de pronto sin haberte pedido permiso, harto de tener que soportar tus manías y defectos. Las ha habido mejores y peores, algunas rupturas se han llevado consigo una pierna dejándome incapacitado para andar, al menos momentáneamente, y otras apenas una falange de un dedo, de ese meñique del pié que apenas echas de menos. Han sido tantas las rupturas en mis casi 10 años de vida sentimental que no tendría miembros para representar a esos muñones que me quedan. Algunos ya están cicatrizados del todo y apenas recuerdo que existen, ni siquiera recuerdo lo que había antes de que ese muñón apareciese en mi vida, si una oreja, un pié o un dedo sustituía a ese bulto que es lo único que queda y para qué servían si es que tenían alguna utilidad. Por eso entiendo que haya mucha gente incapaz de amar de nuevo, de comprometerse, el miedo a sufrir otra amputación les paraliza porque quizás sienten que esa amputación sería la definitiva, que ya no les quedan más miembros que ofrecer en sacrificio al altar de ese dios pagano e insaciable que es el amor. Y cuando el dolor de ese muñón remite, cuando ha pasado el tiempo para que cicatrice y deje de sangrar, cuando ya me he habituado a su presencia, sólo entonces puedo pensar en ponerme una prótesis. Nunca será lo mismo, un brazo articulado puede ayudarme a romper una nuez como hacía uno de los personajes de "Largo domingo de noviazgo" con su brazo de madera pero con él nunca podré sentir una caricia, ni la lluvia cuando cae y mucho menos el calor de un abrazo. Aún así necesito intentarlo, si puedo al menos recuperar parte de las funciones perdidas, si puedo sentir que he recuperado parte de la confianza y de la intimidad que había entre los dos y construir sin hacernos un daño innecesario una amistad me parecerá que al menos el proceso no habrá sido en balde y que algo habremos ganado. No siempre es posible, a veces el muñón se resiste, sangra de nuevo recordando los malos momentos, a veces la prótesis y tú no sois compatibles. No obstante siempre he creído que merece la pena intentarlo y no porque necesite esas prótesis para hacer ver a los demás que soy un hombre fuerte y tolerante, en definitiva un super hombre biónico sino porque me cuesta vivir con tantos muñones cercenando mi cuerpo. Creo que necesito cubrir ese vacío que queda tras la amputación con algo positivo, necesito creer que sobre la tierra quemada siempre es posible construir algo de nuevo aunque nunca sea más que una mera imitación de lo que fue, algo más sencillo, menos exuberante y pasional, algo más íntimo, menos exclusivo pero quizás más duradero, más permanente. No será el palacio de cristal que fue sino una pequeña choza de piedra pero será menos frágil y más recogida, un refugio donde resguardarse de los avatares de la vida. Pensar sin embargo que esa prótesis pueda algún día recuperar todas las funciones que tuvo el miembro original, que a través de injertos de piel, de miles de cables y procesadores y horas de cirugía la prótesis puede recuperar todas las funciones que tuvo originalmente me recuerda hoy por hoy a un libro de ciencia ficción más que a una posibilidad real. Aunque ¿quién sabe de los avatares de la ciencia?

2 de marzo de 2006

Mujer tení­as que ser!!!

Fin de semana extraño y confuso el que he vivido. Hace tiempo que había dejado atrás experiencias de este tipo, experiencias que creí haber abandonado para siempre. Supongo que es más el deseo de un futuro que se me antoja feliz que una opción realista en mi vida pero me he sorprendido sintiendo algo que hace tiempo que no vivía. Todo empezó el viernes con la vuelta a mis clases de alemán tras el paréntesis del cambio de cuatrimestre. Como es normal había nuevos compañeros venidos de otras clases, sin embargo opté por sentarme en la mesa donde vi más gente conocida buscando la familiaridad de caras amigas, las del pasado cuatrimestre. La profesora se empeñó en romper esos grupos y nos puso por parejas para hacer un ejercicio en el que teníamos que contar nuestras vidas al otro, un interrogatorio en toda regla sobre nuestras vidas que incluía un poco de todo: profesión, creencias, familia… A mi me tocó con Gemma, una chica catalana de pelo negro y piel blanquecina, muy al estilo de las damas de la alta sociedad de principios del siglo XX. La conversación se convirtió en una especie de coqueteo continuo entre los dos mientras intentábamos expresarnos con dificultad en un idioma que nos resulta especialmente difícil. Nos reímos, incluso diría que nos gustamos y sé que noté que había algo extraño entre los dos porque me puse muy nervioso, más aún al detectar sus ojos inquisidores clavados en mí mientras yo intentaba buscar alguna manera de expresar en una lengua extraña todo lo que mi mente elucubraba. Puede que hasta me sonrojase algo y que me sintiese intimidado. Hablamos algo más, esta vez en castellano, en la media hora de la pausa y en eso se quedó todo aunque una sensación extraña me invadió durante todo el fin de semana a medida que recordaba la experiencia. En cierto modo, esa manera de contarnos la vida, aunque parte de un ejercicio de expresión verbal en alemán, me recordaba a una primera cita clásica con los sentimientos a flor de piel, una cercanía cada vez mayor y un interés mutuo y evidente por agradar y por gustar. No repuesto de esta experiencia al día siguiente, sábado, fui a una boda. Iba con compañeros de mi antiguo trabajo dispuesto a pasármelo bien rodeado de gente a la que aprecio y a la que no veo ya demasiado e iba feliz sabiendo que se casaba una de las mejores. En mi mesa todos eran conocidos del trabajo pero en la mesa de al lado había un extraña mezcla de amigas del colegio de la novia y antiguos compañeros del trabajo. Me senté un par de veces en esa mesa cuando se acabó la comida, incluso hablé con las chicas que no conocía y que allí estaban sentadas e hice un par de bromas. Ya muy tarde, a eso de las 9 o las 10 alguien me habló en la barra de la discoteca. Resultó ser una de las amigas de la novia de la mesa de al lado que me confesó algo, no sin antes reconocer que le daba vergüenza y que lo hacía bajo los efectos del alcohol, que le había parecido muy gracioso, que bailaba muy bien y que lamentaba que no nos hubiesen sentado en la misma mesa a los dos. En un arranque de sinceridad le dije que también podía llegar a ser un defecto, que a veces me pasaba con mi sentido del humor y aunque ella dijo que en las cosas buenas nunca se cometen excesos, supongo que lo hizo por agradar (nada hay más desagradable que aguantarme cuando en un ataque de histérica alegría meto la pata, me excedo resultando bochornoso y cargante). AsÍ que le conté un par de bromas y respondió riéndome todas las gracias, hablamos de nuestras vidas y aunque lo mejor que podía habernos pasado es lo que pasó, que una amiga llegó y se la llevó de mi lado no pude evitar mirarla partir con cierta nostalgia, pensando que la vida debería haber sido de otro modo, que las cosas podrían haber sido más fáciles, que podría haber sido yo el de la boda o que al menos esta charla podría haber sido el comienzo de algo más. Porque en ciertos momentos la soledad que la vida me ha impuesto me parece una losa demasiado pesada para tener que llevarla encima yo solo. Pero no hice nada y se marchó. Creo que no volveré a verla nunca. Mejor así, para ella y para mí, para evitar confusiones y líos, porque sería un error y porque hay sueños que merece la pena que se queden en el terreno de lo que pudo haber sido pero nunca fue...