2 de marzo de 2006

Mujer tení­as que ser!!!

Fin de semana extraño y confuso el que he vivido. Hace tiempo que había dejado atrás experiencias de este tipo, experiencias que creí haber abandonado para siempre. Supongo que es más el deseo de un futuro que se me antoja feliz que una opción realista en mi vida pero me he sorprendido sintiendo algo que hace tiempo que no vivía. Todo empezó el viernes con la vuelta a mis clases de alemán tras el paréntesis del cambio de cuatrimestre. Como es normal había nuevos compañeros venidos de otras clases, sin embargo opté por sentarme en la mesa donde vi más gente conocida buscando la familiaridad de caras amigas, las del pasado cuatrimestre. La profesora se empeñó en romper esos grupos y nos puso por parejas para hacer un ejercicio en el que teníamos que contar nuestras vidas al otro, un interrogatorio en toda regla sobre nuestras vidas que incluía un poco de todo: profesión, creencias, familia… A mi me tocó con Gemma, una chica catalana de pelo negro y piel blanquecina, muy al estilo de las damas de la alta sociedad de principios del siglo XX. La conversación se convirtió en una especie de coqueteo continuo entre los dos mientras intentábamos expresarnos con dificultad en un idioma que nos resulta especialmente difícil. Nos reímos, incluso diría que nos gustamos y sé que noté que había algo extraño entre los dos porque me puse muy nervioso, más aún al detectar sus ojos inquisidores clavados en mí mientras yo intentaba buscar alguna manera de expresar en una lengua extraña todo lo que mi mente elucubraba. Puede que hasta me sonrojase algo y que me sintiese intimidado. Hablamos algo más, esta vez en castellano, en la media hora de la pausa y en eso se quedó todo aunque una sensación extraña me invadió durante todo el fin de semana a medida que recordaba la experiencia. En cierto modo, esa manera de contarnos la vida, aunque parte de un ejercicio de expresión verbal en alemán, me recordaba a una primera cita clásica con los sentimientos a flor de piel, una cercanía cada vez mayor y un interés mutuo y evidente por agradar y por gustar. No repuesto de esta experiencia al día siguiente, sábado, fui a una boda. Iba con compañeros de mi antiguo trabajo dispuesto a pasármelo bien rodeado de gente a la que aprecio y a la que no veo ya demasiado e iba feliz sabiendo que se casaba una de las mejores. En mi mesa todos eran conocidos del trabajo pero en la mesa de al lado había un extraña mezcla de amigas del colegio de la novia y antiguos compañeros del trabajo. Me senté un par de veces en esa mesa cuando se acabó la comida, incluso hablé con las chicas que no conocía y que allí estaban sentadas e hice un par de bromas. Ya muy tarde, a eso de las 9 o las 10 alguien me habló en la barra de la discoteca. Resultó ser una de las amigas de la novia de la mesa de al lado que me confesó algo, no sin antes reconocer que le daba vergüenza y que lo hacía bajo los efectos del alcohol, que le había parecido muy gracioso, que bailaba muy bien y que lamentaba que no nos hubiesen sentado en la misma mesa a los dos. En un arranque de sinceridad le dije que también podía llegar a ser un defecto, que a veces me pasaba con mi sentido del humor y aunque ella dijo que en las cosas buenas nunca se cometen excesos, supongo que lo hizo por agradar (nada hay más desagradable que aguantarme cuando en un ataque de histérica alegría meto la pata, me excedo resultando bochornoso y cargante). AsÍ que le conté un par de bromas y respondió riéndome todas las gracias, hablamos de nuestras vidas y aunque lo mejor que podía habernos pasado es lo que pasó, que una amiga llegó y se la llevó de mi lado no pude evitar mirarla partir con cierta nostalgia, pensando que la vida debería haber sido de otro modo, que las cosas podrían haber sido más fáciles, que podría haber sido yo el de la boda o que al menos esta charla podría haber sido el comienzo de algo más. Porque en ciertos momentos la soledad que la vida me ha impuesto me parece una losa demasiado pesada para tener que llevarla encima yo solo. Pero no hice nada y se marchó. Creo que no volveré a verla nunca. Mejor así, para ella y para mí, para evitar confusiones y líos, porque sería un error y porque hay sueños que merece la pena que se queden en el terreno de lo que pudo haber sido pero nunca fue...

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