16 de marzo de 2006

La belleza de la maldad

Y la maldad de la belleza porque ambos son posibles en este mundo de contrastes. Sobre esto escribía Manuel Vicent su columna de El País haciendo referencia a la película de Capote, a como el escritor fue incapaz de ayudar a su amigo, uno de los presos sobre los que escribe pese al amor que al final siente por él después de horas de conversaciones en la cárcel porque necesita que muera y que le ejecuten. Necesita poder acabar lo que será su obra maestra y darle un final que ya se ha prolongado demasiado y ese final no puede ser más que la pena capital. Y ese acto de mezquindad, de egoísmo de un personaje ególatra y narcisista, tiene también algo de sacrificio, de anteponer su novela, la belleza de una obra de arte inacabada que necesita ese clímax dramático que es la muerte de sus protagonistas, a la amistad, el cariño y a la vida de dos seres que aunque culpables de crímenes atroces son también víctimas de una vida que les ha tratado muy mal. Muchas veces me asusta pensar que pueda encontrarme en situaciones similares, esas en las que un hombre demuestra lo que vale como ser humano y en las que hace lo que tiene que hacer sabiendo que eso puede traerle consecuencias nefastas. He leído tanto sobre esos héroes que se oponen a la injusticia, a la opresión y a la brutalidad aún a riesgo de sus propias vidas que me da miedo sentir que nunca esté a su altura pese a lo que esté en juego sea algo más miserable y menos honorable. No sé, algo más básico como dar la cara en los momentos duros y asumir la derrota, reconocer ante los demás la vulnerabilidad de uno mismo y defender lo que creo y siento aún a costa de las consecuencias. Y me da miedo enfrentarme, ya sea virtualmente a esos momentos, simplemente porque me asusta no estar a la altura de esos modelos de virtud muchas veces inalcanzables que nos vende la literatura, el cine y los medios de comunicación. Supongo que es lo normal tener miedo, que incluso los héroes más valientes tiemblan por dentro cuando tienen que dar el paso de defender al inocente o al débil, que saben que corren muchos riesgos pero al mismo tiempo son conscientes de que no hay otro remedio, que tienen que hacerlo. Ese es mi consuelo, saber que el miedo es normal y que lo que nos hace valientes es poder vencerlo. Como si fuera tan sencillo pero aunque me aterre no podemos dejar que el miedo nos paralice.

1 comentario:

Anónimo dijo...

Pedro Guerra tiene una canción preciosa.... "Miedo", escúchala. Tú ya me hablaste del miedo, y sólo decirte que nadie nos pide ser héroes...