13 de enero de 2006

El herpes

Los granos salieron sin avisar y empezaron a picar con bastante insistencia así que no tuve más remedio que rascarme con tanta fuerza que empecé a sangrar. Como no dejaba de molestar fui a pedir cita al médico y mientras esperaba fui a una farmacia a pedir una pomada. Cuando le enseñé al farmacéutico el hinchazón que tanto me preocupaba me diagnosticó lo que me temía, era un herpes y me dijo que fuera a urgencias ya que podía crecer y era muy doloroso. Llamé a mi madre para decírselo y me dijo que el herpes se desarrollaba cuando se estaba bajo de defensas y que era normal dado mi estado de ánimo de los últimos tiempos. Pensar que el decaimiento de los últimos tiempos, que la falta de ilusión de estos dos meses había afectado a mi salud física fue demasiado, mientras esperaba en urgencias del centro de salud más cercano no pude reprimir el llanto. Un llanto inevitable porque me reconocía débil y vulnerable como jamás me había visto en la vida. No me gusta ocultar el dolor, soy los que necesitan darlo a conocer para poder librarme de los demonios que me consumen por dentro pero nunca mi salud física se había visto amenazada por algo que en principio sólo debería haber afectado a mi estado emocional. Me resulta imposible describir la rabia que sentí porque siempre me he considerado lo suficientemente fuerte para hacer frente a todas las adversidades de la vida. Sé que tampoco he tenido grandes dramas que lo hayan puesta a prueba e incluso me puedo considerar afortunado pero hasta ahora había logrado salir adelante sin grandes complicaciones. La fortaleza que me empeño en mostrar no deja de ser una fachada y lo sé. Intento hacer creer que lo que los demás dicen o hacen no me afecta porque soy lo suficientemente seguro de mí mismo como para no dar marcha atrás si estoy convencido de mis actos. Sé que mi inseguridad está siempre ahí, amenazante y dispuesta a mostrar sus garras en los momentos más inoportunos, pero nunca había sentido que una persona podía afectarme tanto en la vida. Cegado de ira borré del móvil sus dos números para no tener que volver en encontrármelo cuando buscaba el teléfono de alguno de mis amigos cuyo nombre empieza por "j" y me juré a mi mismo que nunca más volvería a hacerme daño, que se había acabado, que era la última vez... La doctora me tranquilizó, me dijo que el herpes estaba en proceso de curación porque era una persona joven y fuerte y me dijo que sólo me correspondía esperar a que pasase. Incluso comentó que era un mito el que la razón de la enfermedad fueran las bajas defensas así pensé que quizás me había precipitado en mis conclusiones. En cualquier caso va siendo hora de pasar página, de olvidar, de dejar que una foto suya, como la de la boda a la que fuimos juntos este verano me afectase y me recordase tiempos mejores, aquellos vividos a su lado, como ocurrió hace menos de una semana. Pura limosna sentimental fue lo que tuve a su lado pero al menos algo que llevarse a la boca en estos tiempos de ayuno después de unas Navidades tristes que se me han hecho duras sin un mensaje, sin una llamada suya que avive la llama de la esperanza de la reconciliación. Una llama que un virus, el del herpes, ha apagado definitivamente. Al fin, ya iba siendo hora...

2 comentarios:

Anónimo dijo...

Oye...,q ser débil no es malo, y no compensa hacerse el fuerte.

Anónimo dijo...

Animo amigo! que el corazón se cura.
Usted vale por si mismo!
Y gracias a sus palabras me da esperanzas de que se cure (al menos se vayan los síntomas) el herpes.
Qué esté bien!
(otro llanero solitario... al menos por ahora...)