30 de enero de 2006

El poder del miedo

Inevitable. Así resumiría yo el que en las fechas que corren me ponga a escribir acerca de la película del momento, la que está en boca de todos, "Brokeback Mountain". Hasta ahora había llorado en un par de ocasiones en el cine o viendo una película en televisión. Incluso lo agradecía, me servía de catarsis para eliminar las tensiones de muchas emociones contenidas por alguien al que le educaron en una sociedad que establecía como premisa que los hombres no lloran. Aunque lo haya superado, de hecho no me da vergüenza reconocer que lloro y más últimamente que me emociono con mucha facilidad, todavía sigue resultándome complicado llorar en público, me disgusta la imagen de vulnerabilidad que produce en los demás ver a un hombre de casi 30 años y 1 metro 90 de estatura sollozando en público así que me contengo. Sin embargo viendo esta película apenas lloré, lo pasé peor en "Mar Adentro", aún recuerdo como no paré de sollozar en casi toda la película y pese que ya le he visto unas tres veces aún sigo llorando cada vez que la vuelvo a ver. Sin embargo de "Mar Adentro" salí del cine relajado y en dos minutos olvidé la amargura del final para reírme otra vez. Supongo que cuesta mucho ponerse en la piel de un tetrapléjiclo que lleva atado a la cama más de 20 años. Sientes pena, lástima incluso por verle así y lloras por la pérdida de alguien tan lúcido, tan coherente y tan consistente en sus pensamientos en una época en la que relativismo parece estar de moda. Pero en "Brokeback Mountain" es distinto. La imagen de un Jake Gyllenhaal ya maduro, a la orilla del río donde tantas veces ha quedado con Heath Ledger, el rubio fornido, el hombre de su vida, el único que le ha hecho feliz, recriminándole la falta de atención y de tiempo en los 20 años que han estado viéndose a escondidas me pareció terrible, inasumible por alguien que todavía tiene muy reciente la herida de la falta de atenciones de mi último intento por fraguar una relación de pareja. Supongo que al menos me queda el consuelo de no haber tenido que aguantar años para llegar a esa situación pero lo cierto es que salí del cine deprimido, hundido completamente por una triste historia de amor en la que me reconocía demasiado. Afortunadamente algunas cosas han cambiado con el tiempo y aunque no lo defienda el hedonismo domina nuestras vidas. Conscientes de la fugacidad de todo en la vida, de que ya nada dura para siempre, ni el trabajo es de por vida, ni los amigos que mantienes son siempre los de la infancia y que la pareja parece nacer también con una fecha de caducidad dada y el que "hasta que la muerte os separe" muy pocas veces se cumple, buscamos el placer inmediato, la recompensa hoy y ahora y un futuro prometedor ya no significa nada si no viene acompañado de un placer a corto o medio plazo. La caída de la religión como forma de vida así lo confirma, muy pocos se sacrifican siendo católicos activos para alcanzar un supuesto reino de los cielos que aparece muy lejano, especialmente cuando se es joven, y sin embargo sí se identifican con alguno de sus valores. Yo tampoco le pude esperar, consciente de que quizás iba a sacrificar mi juventud, la poca que me queda, sin apenas verle para seguir construyendo a base de recuerdos una supuesta relación en el futuro, me asusté. Tampoco él fue capaz de dejar apartados sus planes de futuro para prestarme más atención, para dedicarme el tiempo que yo necesitaba y que merecía. El miedo a sacrificar nuestras vidas por el otro y que al final todo se evaporase en el aire o se derrumbase como un castillo de naipes sin nada a lo que asirnos nos pudo demasiado. El miedo es un arma muy poderosa. A Heath le pudo el miedo también, el miedo a lanzarse a una relación que nadie iba a ver con buenos ojos, a que pusieran en duda su virilidad, a que le ridiculizasen. La relación con un hombre era algo que nunca pudo asumir y sólo al final, cuando ve que todo está perdido, que ya no hay nada que hacer, parece darse cuenta de lo que Jake ha significado y significará en su vida y deja intuir que la soledad será a partir entonces su única compañera. El duro cowboy, incapaz de mostrar sus sentimientos, el hombre callado y reservado se deja morir en vida para revivir sólo en el recuerdo una felicidad que ha perdido para siempre y que vinculará de por siempre a esas hermosas montañas nevadas de Brokeback. Yo también he sido de los que siempre anteponen otros objetivos por encima del amor pensando que quizás este era el objetivo más fácil y que construir una relación de pareja larga y duradera sólo era cuestión de proponérselo. Mis estudios, el trabajo, mis amigos... siempre habían estado por encima del amor y sólo en los últimos años me he dado cuenta de que cuan equivocado estaba y de que ya va siendo hora de establecer nuevas prioridades en la vida. Al menos me he dado cuenta a tiempo, al pobre Heath la vida no le dio la oportunidad de arrepentirse y todo llegó demasiado tarde.

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