21 de febrero de 2006

Ella...

Releyendo el otro día mails antiguos en el trabajo, y es que he de reconocer que últimamente me cuesta encontrar cosas que hacer en el horario laboral y estoy bastante tranquilo, demasiado quizás, no pude evitar ponerme a leer toda la correspondencia, tan extensa por otro lado, que mantuvimos los dos desde finales de octubre, tanto mis mails desesperados por una nueva derrota en el plano sentimental como sus respuestas de aliento, de apoyo e incluso de cierto cabreo cuando hundido me dejaba llevar por mi amargura echándome las culpas de un final del que afortunadamente ya no me siento responsable. Como siempre, allí estaba ella sacando minutos de un tiempo que no tiene para hacerme sentir mejor, para darme fuerzas, para consolarme en la derrota y para brindarme su mano pese a la distancia. Los kilómetros no son nada cuando se han compartido tantos momentos en torno a una taza de café. Hace más de 10 años que la conozco, aún recuerdo nuestros titubeantes comienzos, adolescentes los dos aunque ella demostraba contar con cinco años de madurez mental más que yo (años que aún dudo haya podido alcanzar pese al tiempo transcurrido). Yo intentaba ser el gracioso, el simpático, supongo que para destacar o para alejar el pesado fardo de la niñez y entrar por la puerta grande en el mundo adulto, en realidad porque soy así, un payaso, un bocazas, que le voy a hacer, hay cosas difíciles de cambiar. Sé que le caí mal desde el principio y así me lo hizo notar pero la suerte, el destino y que sé yo hizo que coincidiéramos 3 años seguidos en la misma clase y tuviésemos el mismo grupo de amigos. Durante esos 3 años apenas nos vimos fuera de clase, los exámenes, los recreos, las excursiones, esos fueron los momentos que compartimos dentro de un grupo muy numeroso. Tuve que marcharme a Madrid a vivir y que más de 600 kilómetros nos separasen para que entre nosotros empezase a surgir la complicidad y fuesen brotando poco a poco las confidencias de una historia que se mantenía en suspenso durante el tiempo que estábamos lejos, sólo mantenida por algunas cartas y algunos e-mails, pero que volvía a retomarse desde el punto y aparte donde lo dejamos la última vez, en realidad un punto casi seguido porque apenas se notaba que habíamos dejado la conversación en suspenso durante tres, cuatro o incluso cinco meses y el discurso brotaba de nuevo fluido y locuaz. Aún recuerdo cuando le conté lo que tanto me había costado admitir, cómo decirlo, que no soy como todos esperan, que si me dan a elegir entre la carne y el pescado me quedo con lo que escoge la minoría (nunca he sabido que es la carne y que es el pescado exactamente) y todavía recuerdo como se reprochó el no haberse dado cuenta antes por ella misma, sentía que se había defraudado como amiga cuando la realidad es que ni yo mismo me di cuenta de una verdad que me negaba a mi mismo hasta que decidí dar el paso y experimentar para ver si todo lo que sentía estaba ahí presente de verdad. Supongo que aquello nos unió aún más. Fueron las largas caminatas a la playa en muchos veranos pasados en Vigo, los cafés en medio de las fiestas navideñas, las conversaciones en su portal, remoloneando una separación que se nos hacía dura porque éramos conscientes de que tardaríamos meses hasta volvernos a ver, ese portal al que la acompañaba siempre para que no sintiese miedo y se sintiese protegida los que han ido tejiendo poco a poco una red de historias, pequeños guiños y confidencias que hoy son la base de una gran amistad. La he visto crecer, experimentar en el amor hasta darse de bruces con un hombre que la ha convencido lo suficiente como para dar el tremendo paso del matrimonio aunque siempre pensé que nunca la vería encontrar a alguien que la satisfaciese lo suficiente. La he visto hacerse una mujer de rompe y rasga, fuerte, inteligente, hermosa, carismática y lo más importante bella por dentro, con una belleza radiante y pura, siempre íntegra y sacrificada. Supongo y espero que ella haya notado algún cambio en mí, que se haya percatado de que en algo he madurado y que, aunque poco, he crecido como persona a la sombra de lo que ella representa, un modelo para mi en tantas cosas. Fue ella la que me hizo ver la importancia de la educación, de las normas sociales de las que me reía en un intento de ser un provocador y en cierto modo de hacerla rabiar. Ahora ya dejo pasar a las mujeres delante de mí cuando abro una puerta y muchas veces cuando lo hago no puedo evitar acordarme de ella. Son tantas las cosas que tendría que agradecerle pero me limitaré a decirle gracias por estar ahí cuando la he necesitado y por ayudarme a esforzarme en ser mejor persona.

2 comentarios:

Anónimo dijo...

De ellas está plagada nuestra vida, porque ellas no nos exigen apenas nada, porque se convierten en tú y se quedan a vivir, pasando a ser nosotros. ¡Qué bueno verte!

Anónimo dijo...

Parece que hoy va a ser, a efectos oficiales, el Gran Día!
Sin duda no hay mejor manera para despedirte del piso y de tu barrio que juntar
a todos los amigos para que te ayuden también a dejarle claro, a bombo y
platillo, al resto del vecindario que te vas (lo mismo después de ésta ya ellos
se encargarían de que así fuese;-)).
¿Preparado para una noche loca? Como dice el bolero, "contigo en la distancia"
estaré acordándome de ti e imaginándome qué sorpresillas habrás preparado para
el broche de oro de esta etapa de tu vida.
Caramba, Dani!! cuántas cosas han pasado desde que nos hemos embarcado en el
mundo laboral. Con ello no trato de que sientas pesar por cumplir años,
(siempre he pensado que es el mejor modo de BeBer la vida), sino para
felicitarte por todos tus grandes logros, que ambos sabemos que no son pocos.
Todavía recuerdo al -permíteme que lo diga-infantil Daniel que en 1ºde Bach.
comía gusanitos pringándose al completo, derrochando fanfarronería y miradas
por encima del hombro (algún día me perdonarás por esto. je!), sin embargo,
nuestros contínuos encuentros han hecho que de alguna manera te deshicieses de
esa capa de aparente superficialidad, para mostrar una inteligencia
distraidamente guardada, y un afecto y cercanía tímidamente disimulados.


Ni el día oficial y ni el real estaré presente para verte soplar las velas,
pero en el fondo apuesto a que no nos causa gran pesar, porque hemos
desarrollado la admirable habilidad de sentirnos cerca cuando lo necesitamos,
de notar nuestro cariño cuando hace falta, y sobre todo de saber que estamos
ahí en cada momento. Discretamente me quedo a un lado en estos días de fiesta,
para que disfrutes de tus amigos...o mejor dicho, para que ellos disfruten de
ti. Sé que no todos han sabido ver en ti lo que eres, lo que sientes, lo que
sufres, lo que vales...pero bueno, piensa que a mí me ha llevado...cuántos,
12-14años?

Todavía recuerdo nuestras primeras cartas, esas, de puño y letra que valoraba
muchísimo, entre otras cosas, porque siempre pensé que te habría llevado un
siglo escribir (esa caligrafía era de una paciencia infinita!). Sin dudarlo,
cada 1 de Enero eras el primero que me llamaba esquivando el colapso telefónico
de una fecha tan especial, y mientras, yo te imaginaba vestido de smoking con
un pie en la puerta...pero con un trocito de ti pendiente de mi. Vaya! (algún fin de año también lo vivimos juntos, recuerdas?), luego la tecnología nos facilitó el camino, y vinieron los sms y las llamadas a móvil. Eso sí, el mail era lo más socorrido cuando nuestra mente se soltaba y buscábamos un consejero sentimental, un saco de boxeo o una taza de café…(creo que sigo tu pista profesional, entre otras cosas, por el dominio de tu dirección de correo-e)

29 años. Al borde del redondeo todavía intuyo que te queda mucho por andar este año.
Tu vida ha estado repleta de viajes, amistades, coqueteos con el amor, estudios, proyectos de independencia…mmm,29. Visto así, tengo unas ganas enormes de que sigas cumpliendo años!!!

En ocasiones la distancia permite decir cosas que en persona no nos diríamos (esto me recuerda a los primeros tímidos abrazos en el portal, je!). Por eso, como si estuviese delante de las cámaras, aprovecho la ocasión para:
-Decirte que a día de hoy, con todo lo que se han movido nuestras vidas, no cabe duda de que sigues siendo mi MEJOR AMIGO
-Agradecer tu comprensión cuando no respondo llamadas o mails, porque sabes ponerte en mi lugar y piensas que quizá será mejor dejarlo para otro momento
-Invitarte a que sigas disfrutando de la vida, con lo que ella te quiera dar y con lo que tú estés dispuesto a coger, porque estás hecho para ser grande, por eso necesitas seguir creciendo. Espero haberte convencido, así que, ¿qué te parece, vamos a por otros 29?

Un beso, de todo corazón, tesoro. Feliz día.