6 de mayo de 2009

Atalaya

Y tardé en verla pese a sus premios, sus excelentes críticas y a que fue hace ya más de veinte años la película del año. Había intentado ver Memorias de África más de una vez pero su ritmo, pausado, lento, no habían conseguido engancharme hasta que hace un mes volvieron a ponerla en televisión. No me cautivó, he de reconocerlo, aunque la música y sus paisajes me parecieron de una belleza estremecedora. No obstante, si he de quedarme con algo es con su final, con la improvisada atalaya en que deviene la tumba del aventurero británico que interpretó Robert Reford para una pareja de leones que encuentra en el promontorio de tierra el mejor lugar desde el que vigilar su territorio. Y es que no se me ocurre mejor destino para mis restos que servir de lecho en medio de la sabana a un grupo de leones en su merecido descanso, el trono del rey de la selva.

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