4 de diciembre de 2005

El reposo del guerrero

Este fin de semana que hoy acaba ha resultado un poco extraño, el primero en el que he tomado realmente conciencia de que estoy solo, de que la relación que se acabó hace un mes y medio no tiene vuelta de hoja y que comienza la larga travesía del desierto hasta que vuelva a sentir por alguien algo que me haga merecer la pena volver a intentarlo, volver a arriesgarme, apostar y dejarme la piel para volver a enamorarme. Ahora toca curar las heridas, el reposo del guerrero como yo le llamo, y siento utilizar términos tan belicistas pero es que a veces tengo la impresión que las relaciones amorosas más que lo que las películas románticas de Hollywood se empeñan en mostrar parecen un campo de batalla en el que todos luchamos por salir ilesos, indemnes de los celos, los reproches, los engaños, las palabras vacías y las promesas incumplidas que siembran esos momentos de amor. Supongo que también hay cariño, amor, comprensión, tolerancia, respeto, apoyo mutuo... pero cuando todo eso se acaba sólo queda el amargor del final, un final que resulta especialmente triste porque supone un tremendo vacío. El vacío de un móvil que no suena, de ese lado de la cama tremendamente frío y extraño que es ahora todo para mi, de esas fotos de las vacaciones pasadas juntos que te trasladan a un tiempo que pese a su cercanía resulta demasiado lejano y doloroso y de esa imagen de su sonrisa, de su mirada grabada en mi mente y que ya no es más que un recuerdo que me persigue a todas horas. Todo eso es lo que tengo que empezar a borrar, muy lentamente, esas son las heridas que el guerrero tiene que curar para volver a la lucha, para enfrentarse de nuevo a los miedos y los recelos de una nueva relación y al menos hacerlo en mejores condiciones, con la piel más curtida en las mil y una batallas de la vida, intentando no haber perdido en el camino la ilusión, la esperanza, la confianza en los demás y en uno mismo, ingredientes sin los cuales la derrota está asegurada. Porque lo cierto es que si de algo estoy convencido es que alcanzar la victoria y conseguir saborear las mieles del éxito ha de ser una de las mejores experiencias que esta vida ha de depararnos y por ello seguiremos luchando.

3 comentarios:

Anónimo dijo...

Espero que, tres días antes de que se cumplan cuatro desde que escribiste esto, ese pelaje duro y agrio que muestras en tu escrito, se haya vuelto del revés. Encontré este pensamiento vagando suelto, como ocurre con muchas cosas que suceden en nuestra vida, lo que ocurre es que ahora se quedan prendidas y solidificadas en algún lado de la red. De hecho, el ritmo de la vida dice que ya no te sentirás así.

Anónimo dijo...

me identifique con el escrito en mi epoca de soltero guerrero de mil batallas donde el triunfo dura lo que dure ese estado placer que denominamos felicidad. y la cura de heridas muy necesaria para afrontar otra batalla y es asi la piel queda curtida luego de tantas luchas. afortunadamente consegui un amor que nunca fenece es el de mi hija de 21 meses y es ahora donde el reposo del guerrero se prolonga pues me dedico enteramente a hacer feliz a mi hija!!!

Edy´s dijo...

Me conmueve tu prosa... es cierto hay que retomar fuerzas y curtir la piel nuevamente para lanzarnos a la batalla o para arriesgar algo...